Carta de Cristián Warnken a un joven estudiante de derecho

“Que el espíritu y la memoria de Luis Bates siga vivo entre los jóvenes como tú que anhelan admirar, que sueñan con justicia, que necesitan más que nunca valentía virtuosa y genuina bondad”, señala en su carta Cristián Warnken.

Te escribo esta carta porque te he escuchado en el último tiempo hablar con mucha desilusión y desconfianza del ejercicio de tu carrera a la que dedicarás la vida: el derecho. Me dices que cada vez es más difícil encontrar referentes en el ejercicio del derecho a quien admirar, que ya hay muy pocos maestros y muy pocos abogados que tengan una vocación genuina de servicio a la justicia (la única diosa que la Justicia debiera admirar, a diosa ciega) y no una devoción por el dinero (el dios dinero, ese “poderoso caballero”-del que hablaba el poeta Quevedo).

Los últimos acontecimientos han agudizado esa sensación de orfandad y desencanto: ver a abogados que ponen su profesión y prestigio al servicio de la corrupción, con un desenfado que deja perplejo a cualquiera, sólo ayuda a desacreditar la profesión y carrera que elegiste con mucha ilusión. ¿Cómo no caer en el cinismo que infesta hoy en una parte importante de la élite de nuestro país, de la cual los abogados son parte?

Uno ve dos males claros: los abogados cooptados por el dinero, por un lado; y los abogados cooptados por la ideología, por el otro. Cada vez es más difícil encontrar abogados que mantengan su independencia y dignidad en un país en una tan profunda crisis moral como la que estamos viviendo. Si te escribo es para decirte que hay abogados que silenciosamente cumplen su juramento solemne y que ejercen con ecuanimidad, sobriedad y rigor su profesión.

Uno de ellos fue Luis Bates, que acaba de partir y del que te recomiendo averigües más de su vida y su trayectoria profesional. Seguramente no has escuchado nunca su nombre: es que los que no meten ruido, no hacen escándalo, no figuran ni hacen ostentación de nada, esos no aparecen en los medios ni se habla de ello en las redes. Luis Bates fue un gran Ministro de Justicia y tuvo un papel muy destacado en la implementación de la Reforma Procesal Penal, integró el Consejo de Defensa del Estado y representó al Estado Chileno en la causa del brutal asesinato del ex Canciller Orlando Letelier.

Al final de sus días, se dedicó a acercar la Justicia y el Derecho a las personas: dirigía el Centro de Educación Ciudadana de la Universidad San Sebastián y escribió un interesante estudio sobre el Mahatma Ghandi abogado, una faceta poco conocida de este gran líder espiritual y político de la India. Bates mismo fue un “Mahatma” entre nosotros, un Alma grande: su sencillez, su sobriedad, su bohonomía lo conquistaban a uno de inmediato.

Como si no tuviera Ego, algo tan difícil de manejar en un gremio donde suele abundar la vanidad y la presunción. Bates no presumía nada, al contrario, su mirada clara, transparente, sus ojos limpios, no hacían presumir a nadie que se encontrara con él que ese hombre había sido un gran Ministro de Justicia, un gran abogado. Esa sobriedad, esa sencillez, las hemos ido perdiendo: nuestros líderes, hombres públicos, suelen ser cada vez más pagados de sí mismos, se escuchan a sí mismos primero que a nadie.

Luis Bates escuchaba hasta a las personas más sencillas, a los jóvenes, a las nuevas generaciones de abogados a los que hasta el último día enseñó una de sus pasiones: la de la mediación. Tuve el privilegio de tenerlo como alumno en un taller de poesía que hago hace años. ¡Luis Bates, un maestro, alumno mío! Y él, con su sonrisa de niño, me decía “maestro”, y declaraba con una humildad conmovedora que él quería aprender de aquello que no sabía, pero que admiraba: la poesía. Claramente, el maestro no era yo, era él, enseñándome con su autenticidad, su genuinidad, con su calidez inolvidable y entrañable.

Hombres como él necesitamos hoy con urgencia, que enseñen con sus actos, su coherencia más que con sus discursos y declaraciones. Me gustaría que tú y más jóvenes como tú lo hubieran conocido, para no perder la ilusión de que el ejercicio del Derecho puede ser noble y virtuoso, de que existen referentes todavía, invisibilizados en un tiempo en que las estridencias, el griterío, la sobreexposición valen más que los pequeños gestos que son los que de verdad generan grandes cambios.

Es a personas y maestros como él, a los que tienes que mirar, seguir y admirar, no a la vana pompa, la retórica vacía, a los abogados que se miran en el espejo en vez de mirarse en los ojos de los demás. Bates nos traspasaba con su mirada limpia, nos enseñaba con su calma y sus silencios mucho más de la justicia que los manuales aprendidos de memoria en Escuelas de Derecho, donde la virtud parece valer menos que el amor al poder, eso que nos ha enfermado como país desde hace algún tiempo.

No te desanimes, que no te devore el escepticismo: Bates es un modelo a seguir, un “hombre bueno” (no buenista, no confundir), “bueno en el buen sentido de la palabra bueno”-como decía Antonio Machado. El mismo Machado decía en otros versos” virtud es fortaleza, ser bueno es ser valiente/escucho, espada y maza llevar bajo la frente/porque el valor honrado de todas armas viste”. Esos héroes hay que buscar, no los falsos héroes de épicas destructivas. Que el espíritu y la memoria de Luis Bates siga vivo entre los jóvenes como tú que anhelan admirar, que sueñan con justicia, que necesitan más que nunca valentía virtuosa y genuina bondad.

Cristian Warnken
Académico Facultad de Derecho y Ciencias Sociales
Universidad San Sebastián

Carta publicada en pauta.cl

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