La bandera, el escudo, el himno, las cuecas y las fondas caracterizan nuestra cultura y cobran especial relevancia durante la conmemoración de nuestra independencia. ¿De dónde provienen? Académicos de la USS lo explican.
Durante septiembre domina el blanco, azul y rojo en las calles, versos como puro Chile es tu cielo azulado se escuchan con más frecuencia y muchos esperan con ansias el regreso de las fondas y ramadas. ¿Cuál es el origen de estos símbolos de la cultura chilena?
La actual bandera se oficializó en 1817, durante el gobierno de Bernardo O’Higgins, y se comenzó a utilizar en actos tan importantes como el del 12 de febrero de 1818, día de proclamación de nuestra independencia. Cada color es un símbolo: el azul representa el cielo, el blanco la majestuosa cordillera de Los Andes y el rojo la sangre derramada por los héroes de la Independencia. La solitaria, pero imponente estrella, encarna los poderes de Estado, garantes de la integridad de la nación.
Según explica Alejandro San Francisco, director del Instituto de Historia de la Universidad San Sebastián, existen al menos un par de teorías sobre su diseño. Está aquella que señala que el ministro de Guerra, José Ignacio Zenteno, la habría ideado y el español Antonio Arcos, habría estado a cargo del diseño. Otros sostienen que fue dibujada por Gregorio de Andía y Varela, comerciante español radicado en Chile.
“Con el paso del tiempo, la bandera se ha transformado en un símbolo de patriotismo y de identidad nacional. Despierta admiración, hay mitos en relación con ella, es objeto de juramento y muestra el duelo nacional al ser izada a media asta. Acompaña los eventos deportivos e incluso ha estado presente en los desastres nacionales, uno de los más recordados, el terremoto de 2010”, añade.
En 1834, el pintor y militar británico, Carlos Wood, diseñó el escudo de armas. En él, el huemul encarna la razón y el cóndor la fuerza. San Francisco relata que “una anécdota respecto a ellos es que en el siglo XIX estos animales eran tan poco conocidos en el resto del mundo, que cuando el escudo chileno se reproducía en otros lugares, a veces estos eran representados como caballos, unicornios, leones o águilas”.
Las coronas de oro que aparecen sobre sus cabezas simbolizan las glorias navales y los penachos evocan el símbolo de distinción que utilizaban los presidentes de la república en sus sombreros. En su base aparece una cinta con el lema “Por la razón o la fuerza“, frase que se incorporó oficialmente en 1920 por un decreto del Ministerio de Guerra y Marina.
El 18 de octubre de 1967, cuando se cumplieron 150 años de la creación de la bandera, ambos fueron declarados emblemas patrios a través de un Decreto Supremo, junto con la escarapela o cucada y el estandarte o banda presidencial.
Nuestro himno nacional, que nos acompaña en momentos de alegría y desesperanza, no siempre fue el mismo. El primero tuvo su origen en 1819 bajo la creación del músico Manuel Robles y el letrista Bernardo de Vera y Pintado. Sin embargo, esta canción tuvo tan mala acogida por parte de la élite santiaguina que dejó de ser considerado como canto nacional.
No fue sino hasta 1841, durante el gobierno de Manuel Bulnes, cuando las letras de Eusebio Lillo conformaron nuestro actual himno, manteniéndose el coro de Vera y Pintado. En 1927 Mariano Egaña, quien trabajaba para el gobierno chileno como ministro plenipotenciario en Inglaterra, hizo gestiones para que el himno fuera reemplazado por la música de Ramón Carnicer, manteniendo la letra de Vera y Pintado, titulándose “Himno Patrio de la República de Chile”.
“Como en toda sociedad latinoamericana, nuestro himno tiene profundas raíces en las guerras de independencia y en el pasado colonial. En cualquiera de sus versiones -sinfónica, marcial o popular- resalta las condiciones geográficas y de la gente de Chile, nos identifica como sociedad y nos traza un camino a seguir”, comenta Claudio Athens, secretario de Estudios de Pedagogía en Historia y Geografía de la USS.
Las fondas son unas de las tradiciones que hasta el día de hoy nos acompañan cada septiembre. Su origen data de comienzos del siglo XIX con las chinganas, término que proviene de la palabra quechua “chincana” (escondrijo). Estas frágiles y pequeñas construcciones tomaron protagonismo en la bohemia santiaguina, pues en ellas se disfrutaba de la comida, el baile y distintas bebidas. En Santiago fue famosa la chingana “El Parral” ubicada en la zona del actual puente Purísima y trasladada con posterioridad a calle San Isidro.
Con el fin de controlar y fiscalizar el comportamiento de quienes asistían a estos lugares, en 1872 el intendente de Santiago, Benjamín Vicuña Mackenna, decretó el cierre de varias chinganas y decidió instalar la “Fonda Popular” en la esquina de las calles Arturo Prat y Avenida Matta, en aquel entonces, el límite sur de la ciudad. Esta medida marcó el fin de las chinganas para ser reemplazadas por las fondas tal como hoy las conocemos.
“Las fondas fueron los primeros lugares donde se expresó el fervor a la patria por parte de los estratos populares. Son parte constitutiva de nuestra identidad y se iniciaron como un espacio de sociabilidad propio del siglo XIX, donde se intercambiaban ideas, comidas, bebidas, bailes y cantos. En ellas, las costumbres propias de los sectores más humildes de la sociedad configuraron una identidad y apego a los símbolos y tradiciones que hasta hoy nos acompañan”, agrega Athens.