Académica USS, Alina Muñoz, señala que es imperativo reforzar la instalación de un nuevo modelo de división del trabajo.
En el año 2000, la Asamblea General de Naciones Unidas, fijó el 25 de noviembre como el Día Internacional de la Eliminación de la Violencia contra la Mujer, invitando a gobiernos, organizaciones y ONG’s a involucrarse y fomentar acciones tendientes a crear conciencia para eliminar todas las formas de violencia contra las mujeres.
Desde el punto de vista de la división sexual del trabajo, y los modos en los que se organiza tradicionalmente la vida familiar en Chile, la responsabilidad del cuidado de otras y otros ha recaído históricamente sobre las mujeres, implicándonos una gran dedicación de tiempo y sobrecarga de labores y deberes.
De acuerdo con datos del INE (2021), el porcentaje de mujeres que no buscó trabajo remunerado argumentando como principal causa la responsabilidad de cuidado de otras/os aumentó a un 593% durante el peak de la pandemia. Frente a ello, es imperativo replantearnos una nueva forma de organizar el trabajo, así como reforzar la instalación de un nuevo modelo de división, donde las labores de cuidado queden repartidas bajo un criterio equitativo entre los géneros. Cuando hombres y mujeres participan del mercado del trabajo, el reparto equitativo de tareas familiares y domésticas es fundamental.
Si la responsabilidad del cuidado recae principalmente en las madres o las mujeres, prontamente se ahondará en un déficit de cuidadores porque esas mujeres estamos participando del mercado laboral de forma activa y sostenida en el tiempo. Si no pensamos que el cuidado de niñas, niños y adultos mayores es una responsabilidad social que involucra a distintos actores e instituciones, la sobrecarga de las mujeres que cuidan continuará siendo mayor. Si los hombres no cuidan a sus hijas e hijos, a sus padres y abuelos; si no enseñan a cuidar, como consecuencia habrá menos personas dispuestas a hacerlo en el futuro.
Si los hombres, las instituciones y la sociedad no se incorporan al cuidado, ¿quiénes cuidarán a una población cada vez más envejecida? En definitiva, si la comunidad –en su amplio espectro– no se incorpora de manera extensa al cuidado, perdemos todas y todos. La corresponsabilidad se convierte en un deber ético.
Alina Muñoz Rojas
Académica de Vinculación con el Medio
Líder del Programa Territorial Hito Más Comunidad
Universidad San Sebastián