“La satisfacción de tratar a un paciente y que te vaya bien con eso, no tiene precio. Que una mamá te mande una foto de su hija que está jugando, que está sonriendo, o que después de una intervención quirúrgica un niño se ponga de pie, te abrace y te diga gracias, es impagable”, dice Rodrigo Barrientos, egresado de la USS.
El Pie Bot es una especie de deformidad con la que nacen algunos niños y niñas. Se trata de una patología en la que uno o ambos pies se encuentran girados hacia adentro, pero para la cual existe tratamiento y cura. La Traumatología Infantil es la especialidad encargada de diagnosticarla y tratarla, y de esa manera, asegurar calidad de vida al paciente.
Rodrigo Barrientos conoce de cerca esta historia. Nació con esta condición, fue tratado y superó la patología cuando era niño. No está seguro si ese episodio fue el que lo llevó a tomar el camino de la Medicina, carrera que cursó en la sede Concepción de la Universidad San Sebastián. Lo que sí tiene claro es que no se arrepiente de haber tomado un camino que lo llena desde el punto de vista profesional y humano.
Actualmente, el doctor Barrientos se desempeña como traumatólogo infantil en la Fundación Teletón y en el Hospital Clínico San Borja Arriarán, recintos de salud donde ha desarrollado su vocación por el servicio público. Ha sido un camino lleno de desafíos, sobre todo por la falta de especialistas en el área de la traumatología pediátrica.
Después de finalizar su especialidad y previo a ingresar a trabajar en Teletón, Rodrigo estaba habituado a operar fracturas y a tratar pacientes pediátricos por circunstancias propias de la infancia, pero ingresar de lleno trabajar con niños y niñas con alguna discapacidad física cambió su perspectiva. “Poner a un paciente en tabla, que aparezca tu nombre, y que tú seas el responsable de que a ese paciente le vaya bien, es duro, sobre todo porque el proceso no termina en la intervención”, declara.
La rehabilitación es un proceso que involucra a la familia. La dependencia que tienen los niños de sus padres y/o de sus cuidadores es enorme. “Nosotros operamos niños y luego ellos no se pueden mover por un mes porque tienen que soldar sus huesitos. Tiene que haber un círculo de contención que le entregue los cuidados y el cariño”.
Recuerda la importancia que tuvo el desarrollo del área social en su formación, gracias a la cual pudo adquirir algunas capacidades que pone en práctica a diario. “Teníamos un ramo y un internado de salud comunitaria y otro de salud rural. Eran 3 instancias en las que se invertía mucho tiempo. Ahí aterrizábamos la medicina, salíamos de los libros y del pizarrón para llevarla a las personas y a lo que ellas sienten. Ese es el principal sello que me dejó la universidad. Puede ser que por eso trabajo actualmente en dos instituciones que son públicas: la Teletón y el Hospital San Borja”.
Dada la complejidad de los casos que atiende, Rodrigo Barrientos se encarga de aterrizar la medicina a través de una comunicación cercana, clara y directa con el paciente y su familia. “Yo soy bien directo para decirle las cosas a los papás. Les hago dibujos y me encargo de explicarles bien. Les cuento lo bueno, lo malo, lo feo. Las cirugías son así, ganas algunas cosas, pero pierdes otras y los papás tienen que entender eso. La relación entre el médico tratante y la familia se construye en una base de confianza”.
Con la pandemia, muchas de las atenciones regulares de salud cayeron. La emergencia sanitaria enlenteció la realización de tratamientos y cirugías, entre ellas las del área de la Traumatología Infantil. Dado este contexto, el doctor Barrientos junto a un equipo de profesionales ha generado la posibilidad de dar continuidad a tratamientos de pacientes del Hospital San Borja en la Teletón.
“En rehabilitación falta mucha gente, faltan muchas manos, y la pandemia ha dejado en evidencia esta situación. Donde sea que la rehabilitación se realice, tiene que ser de la mejor calidad. Hoy día Teletón ofrece la mejor calidad, y no existen diferencias entre un paciente y otro, pero estamos al debe en la oportunidad para el paciente y eso es culpa de que no tenemos más profesionales”, detalla.
Respecto a las futuras generaciones de médicos, específicamente a quienes deseen incorporarse a la traumatología infantil, el egresado de la USS les hace un llamado a sumarse con compromiso y vocación. “La satisfacción de tratar a un paciente y que te vaya bien con eso, no tiene precio. Que una mamá te mande una foto de su hija que está jugando, que está sonriendo, o que después de una intervención quirúrgica un niño se ponga de pie, te abrace y te diga gracias, es impagable. Es algo muy gratificante y espontáneo”.