Javier Irarrázaval, académico de la Universidad San Sebastián explica que los indicadores económicos internos y externos indicarían que Brasil tocó fondo a fines de 2016 y hace unos meses que está empezando un camino de recuperación.
Tradicionalmente, una recesión económica se define por dos trimestres consecutivos de crecimiento negativo del PIB. Así pues, “para el caso de Brasil, bastaría que por un trimestre su PIB crezca para que, técnicamente, salga de la recesión”, afirma Javier Irarrázaval, docente de la Facultad de Economía y Negocios de la Universidad San Sebastián.
Brasil no solo lleva dos trimestres, sino once trimestres con crecimiento negativo de su PIB -2015 cayó 3,8% y 2016 cayó 3,6%-, sin embargo, hay signos económicos levemente positivos, explica el economista.
Entre las señales a corto plazo, el académico indica que “la inflación va a la baja. Durante 2016 estuvo bajo la meta del Banco Central de Brasil, en torno al 6,29%, lo que estabiliza en parte los precios y permite considerar una baja aún mayor de la tasa de interés”.
Y es que la tasa de interés, “que ya estuvo subiendo entre 2013 y 2015, se estancó durante gran parte de 2016 en 14,25%. Finalmente empezó a bajar a partir de octubre del año pasado y ya está en 12,25%.”, puntualiza Javier Irarrázaval.
Asimismo, una tasa de interés más baja permite fortalecer el consumo interno, por dos razones: el ahorro se torna menos atractivo como alternativa de uso del dinero y el endeudarse resulta más barato que antes.
“Además -agrega- el índice de confianza del consumidor de la Fundación Getulio Vargas ha aumentado drásticamente en los últimos meses -de 73,3 puntos en diciembre 2016 a 79,3 en enero y a 81,8 en febrero-, lo que implicaría que los consumidores realmente están empezando a creer en un repunte.”
Otro elemento positivo del corto plazo sería la reciente aceleración del crecimiento mundial y de los principales socios comerciales de Brasil: China, EE.UU. y Argentina. Los tres tienen buenas perspectivas para 2017: si bien China sigue desacelerándose, se cree que va a crecer en un 6% el 2017, lo que sigue siendo alto; se espera que en 2017 EE.UU. crezca en torno a 2,3%, más que en 2016 (1,6%); y en Argentina se están empezando a ver los brotes verdes producto del blanqueo de capitales, del fin del cepo cambiario, y de otras políticas económicas del gobierno de Macri.
Lo anterior también se explica porque los precios de las materias primas como hierro, soja y petróleo, los principales productos de exportación de Brasil, han subido sus precios internacionales fuertemente desde octubre del 2016 a la fecha.
Y la apreciación del real en los últimos meses -de un peak de 3,5 reales por dólar a principios de diciembre de 2016- a alrededor de 3,1 el último mes, lo que permitiría recuperar las importaciones, que cayeron un 10,3% en 2016.
El último elemento positivo de corto plazo es la aprobación de la reforma fiscal, en diciembre de 2016, que pone un techo al gasto del Estado por los próximos 20 años, lo que posibilitará el equilibrio fiscal. Esto es visto de manera positiva por el mercado.
Por último, a largo plazo, Irarrázaval explica que “los países del Mercosur, en particular Argentina y Brasil, han expresado su doble deseo de flexibilizar la unión aduanera del Mercosur y de evaluar la posibilidad de una mayor integración con los países de la Alianza del Pacífico”.
Obviamente siempre existen riesgos, aunque más que económicos, “los riesgos son más bien políticos”, advierte el académico. Entre ellos, las nuevas aristas del caso Lava Jato y el involucramiento del presidente (Michle) Temer. “Hace unos días, un ejecutivo de Odebrecht aseguró que Temer -que debiera gobernar hasta fines de 2018- le había pedido apoyo financiero de la constructora para la campaña de su partido (PMDB) en casos de corrupción. Hay que estar atento cómo evoluciona esta noticia, porque una confirmación de la misma podría erosionar los escasos repuntes de confianza de los consumidores, y podría profundizar la crisis política de Brasil”.
Otro factor de riesgo político es la desarticulación de la alianza de gobierno donde varios ministros han renunciado, sumado a la impopularidad de Temer. “Políticamente el gobierno es muy frágil y con poco poder de negociación”, recalca Irarrázaval.
Es así como el Banco Central de Brasil tiene un optimismo cauto, y espera que la economía crezca un 0,49% el 2017. “Si no se destapan nuevos escándalos políticos de corrupción, los indicadores económicos internos y externos indicarían que Brasil ya tocó fondo, a fines de 2016, y hace unos meses que está empezando un camino de recuperación”, concluye el economista.