Cuando se convive con un adulto mayor que padece alguna limitación o discapacidad, tanto el cuidador como el paciente deben adaptarse a una situación nueva que cambia la dinámica familiar.
La Encuesta Casen 2013, arrojó como resultados que existe una paulatina y sostenida tendencia al envejecimiento de la población en Chile. El incremento de adultos mayores entre la población, ha experimentado un incremento del 9,3% en los adultos mayores de 60 años. En comparación a 2011, aumentó en casi 250 mil adultos mayores en dos años, y se avizora que para el 2050, Chile será el más longevo de Sudamérica.
Las problemáticas asociadas a las personas mayores que envejecen con algún grado de limitación o discapacidad, impactan tanto en la persona mayor que la padece como en su familia. Ambos deben adaptarse a una situación nueva que cambia la dinámica familiar, ya sea en lo social, emocional, económico o laboral.
Generalmente es un familiar directo (mujer, adulta o adulta mayor) la que se hará cargo de los cuidados (cuidador informal) en base a la entrega de cariño y al lazo que los une. Esta tarea de entregar cuidados a otro es compleja, toda vez que no hay un conocimiento en relación a la mejor forma de hacerlo y del apoyo que se recibe de parte del resto de la familia y del soporte social, los cuales son de vital importancia para no generar círculos viciosos en la relación persona mayor-cuidador.
Es el Estado quien debe hacerse cargo de la continuidad de los cuidados en la adultez mayor, considerando los cambios demográficos asociados tanto al envejecimiento como a la configuración de las familias.
El docente de la carrera de Terapia Ocupacional de la Universidad San Sebastián, Andrés López, explica que “es común que en la dinámica del cuidado se establezca una relación de dependencia, donde el cuidador debe dejar roles –como esposa, amiga, abuela– y actividades laborales, sociales y/o recreativas para cumplir un nuevo y único rol: ser cuidador, frente al cual hay un alto riesgo de generar un estado de salud, físico y emocional alterado relacionado a la entrega de cuidados. A esto se le llama el Síndrome del Cuidador”.
Para evitar el “Síndrome del Cuidador” y entregar los mejores cuidados a un adulto mayor, la persona deberá preparar y programarse para esta tarea. Para esto, López sugiere seguir dos principios: mantener la autonomía y autocuidarse. “El principio de mantener la autonomía dice relación con facilitar la tarea y no sobre-asistir, dejando que la persona mayor realice la mayor cantidad de actividades de forma segura y no dar por hecho que requiere de total ayuda”.
El profesor López puntualiza que para lograr autocuidado, el cuidador deberá seguir alguno de estos consejos: “poner límites al cuidado, solicitar apoyo o ayuda desde el inicio, realizar actividades sociales y evitar aislarse, llevar una vida saludable (alimentación, descanso y sueño) o realizar ejercicio físico (caminar, bailar, tai-chi, yoga, entre otros)”.
“Aunque generalmente los cuidadores están satisfechos de entregar cuidados, es normal que sientan cansancio y necesiten un tiempo para realizar otras actividades. El apoyo familiar es muy importante para alivianar la carga. Además, como lo hacen algunos países desarrollados, es el Estado quien debe hacerse cargo de la continuidad de los cuidados en la adultez mayor, considerando los cambios demográficos asociados tanto al envejecimiento como a la configuración de las familias (cantidad de integrantes, dispersión de las familias), a través de políticas de subsidios a cuidadores informales, entregar capacitación y soporte social a las familias cuidadoras”, finaliza el experto.