Diez constituciones han regido en el país; siendo la de 1833, 1925 y 1980 las de mayor vigencia. Académico USS detalla los aspectos más relevantes de una tradición que se ha extendido durante dos siglos de vida republicana en Chile.
Chile ha tenido numerosas cartas fundamentales desde su nacimiento. Alejandro San Francisco, director del Instituto de Historia de la USS, relata que este proceso se inició durante la Patria Vieja, cuando tres reglamentos constitucionales provisorios organizaron el poder ejecutivo, avanzando desde el modelo de las juntas gubernativas en 1811 y 1812 a un Director Supremo en 1814. Además, diversas disposiciones legales, dieron forma al Primer Congreso Nacional en 1811.
Tras la Independencia, surgió la Constitución Provisoria de 1818. Luego, Bernardo O’Higgins proclamó la primera carta que eliminó el adjetivo “provisorio”: la Constitución de 1822, la primera realmente bicameral y que condujo al fin de su gobierno, ya que, al proyectar una prolongación de su mandato, puso a las élites en su contra. Al año siguiente se aprobó la Constitución de 1823, llamada “moralista” y, a continuación, vino la carta de 1828.
El primer ciclo del siglo XIX lo cerró la Constitución de 1833, que “tenía un doble sello: su carácter presidencial y la definición del Estado católico, que definió en buena medida el llamado régimen conservador o portaliano. Sin embargo, fue un sistema evolutivo, abierto a transformación, que devino en parlamentarista con el tiempo y reconoció también la libertad de culto privado”, comenta San Francisco.
Luego vino la Constitución de 1925, que recogió las nuevas tendencias políticas y sociales de la época; restableció el presidencialismo, tras más de tres décadas de régimen parlamentario; y avanzó en algunas definiciones de Estado Social; gravámenes a la propiedad; e intervención del Estado en la economía.
La siguió la Carta Magna promulgada en 1980 que, para el académico de la USS, tuvo un carácter fundacional. Por una parte, fue una reacción a la evolución chilena del siglo XX, particularmente a la radicalización del periodo 1959-1973; y por otra, se debió a la lógica definida por el régimen militar.
“Finalmente, se puede hablar de la Constitución de 2005, que es una reforma a la de 1980 y que lleva la firma del presidente Ricardo Lagos. Es necesario considerar que todas esas cartas fundamentales –de 1833, de 1925 y de 1980– tuvieron vigencia en su texto original, pero también en procesos de reformas posteriores”.
Para San Francisco, Chile ha tenido una historia constitucional consistente durante nuestros dos siglos de vida republicana, lo que se aprecia tanto en la organización del poder político como en las declaraciones de derechos.
“En nuestras constituciones podemos advertir algunas líneas fundamentales que desarrollan y fortalecen la democracia política a través de un sistema de separación de poderes”.
A esto agrega la existencia de declaraciones de derechos muy nítidas desde el comienzo, como la libertad, la propiedad, la seguridad y la igualdad; que luego se van extendiendo a otras libertades y derechos de acuerdo con la evolución histórica, como el derecho a la educación y libertad de culto o el derecho a vivir en un medio ambiente libre de contaminación.