Carlos Hinrichsen: Trozos de historia en su colección de celulares

El director de la Escuela de Diseño Digital e Industrias Creativas tiene más de veinte dispositivos y todos funcionan. Con cada uno de ellos intenta reflejar la evolución de la tecnología y cómo estos equipos cambiaron nuestra forma de relacionarnos.

Trabajaba en una compañía líder de teléfonos celulares cuando la competencia irrumpió con el primer smartphone. De esta manera se convirtió en testigo de cómo estos dispositivos pasaron de ser herramientas portátiles para hacer llamadas fuera de casa a transformarse en pequeños computadores de bolsillo que permiten a los usuarios hacer casi cualquier cosa.

Esa fascinante historia de innovación llevó al Carlos Hinrichsen, director de la Escuela de Diseño Digital e Industrias Creativas de la USS, a coleccionar celulares. Pese a que ha botado varios, tiene más de 20, todos funcionan y la mayoría los ha usado. “Llama la atención que, con los constantes cambios de la industria de la telefonía, en muy poco tiempo una pieza tecnológica se transforma en una pieza de museo”, comenta.

¿De dónde viene este hobbie?

Los colecciono, porque cada modelo representa un momento único en la historia, mostrando cómo avanzamos desde los ladrillos grandes y pesados hasta los teléfonos delgados y poderosos que tenemos hoy. Cada dispositivo refleja las prioridades y sueños de la época en que fue creado. Tener una colección es como mantener un registro tangible de ese progreso. Además, coleccionar es otra manera de ver y entender el mundo, una que reconoce la importancia de la tecnología en nuestra evolución cultural y cómo estos dispositivos han contribuido de manera significativa a definir generaciones y comportamientos sociales.

 ¿Cuál fue el primer celular que tuvo y cómo vivió este cambio tecnológico?

A mediados de los 80 empecé a usar celular, el primero que utilicé era de mi suegro. Era una batería gigante, muy pesada, que venía en un maletín. Después tuve uno que parecía un control remoto y en años posteriores rápidamente esta industria comenzó a evolucionar. Antes para los viajes uno llevaba un reproductor mp3 para escuchar música, cámara de video y cámara fotográfica. Desde el 29 de junio de 2007, cuando empezó la era del iPhone, todo esto desapareció y ahora nos encontramos con equipos que incluyen todo esto. Incluso, gracias a los sensores, pueden medir pulsaciones o decirnos cuántos pasos hemos caminado. Hace un par de décadas esto era impensado.

¿Qué es lo que más extraña de la época sin celulares?

Había un poco más de libertad. Hoy uno puede olvidarse de cualquier cosa en la casa, menos del teléfono. Si se nos queda, nos devolvemos a buscarlo. Gracias a los celulares tenemos acceso a mucha interactividad, pero hay menos sorpresa. Para las generaciones jóvenes esta conexión en muy normal, pero a mí me tocó vivir sin esto. Yo interactuaba con personas de otros lugares a través de cartas, tenía que esperar a veces un mes para recibir una respuesta, hoy todo es instantáneo. No es malo, solo es distinto. Tiene que ver con los cambios de los seres humanos y la industria responde a esos cambios.

¿Hoy está full conectado?

Totalmente, tengo todo en el celular. Ya no voy al banco o a comprar a una tienda físico, ahora todo lo puedes hacer desde el teléfono, incluso se puede cambiar un producto de manera simple. Antes uno podía invertir dos horas, por ejemplo, en ir a pagar una cuenta. Eso ya no pasa, con estos avances ganamos tiempo que podemos utilizar para generar mayor valor en la vida cotidiana, con la familia o en el trabajo.

¿Seguirá aumentando su colección?

Sí. En la casa me los quieren tirar a la basura, pero seguiré con esta afición. A través estas colecciones intento capturar estos pequeños trozos de historia y cambio. Los celulares reflejan el deseo humano constante de hacer que la tecnología sea más accesible y cómoda, casi invisible, ampliando las opciones y oportunidades de comunicación e intercambio de información. Esto es casi Arqueología y disfruto cada vez que añado un nuevo elemento a mi colección.