Comienza la toma de decisiones sobre qué estudiar. ¡A tomarse las cosas con calma!

Luego de rendida la PSU, viene un delicado y complejo período de toma de decisiones sobre el futuro profesional. Expertas llaman a la calma, a no precipitarse y a realizar un proceso de introspección, que por cierto, requiere del apoyo de los padres.

estudiante

 

Recién rendida la Prueba de Selección Universitaria, PSU, proceso en el que se estima que participaron más de 290 mil jóvenes de todo Chile, comienza un período en que deberán decidir qué y dónde estudiar, tarea que no es fácil considerando el estrés al que han sido sometido los recién egresados de la Enseñanza Media y que muchas veces las opciones que se barajan son diversas y variadas.

JAVIERA-HERNANDEZEn ese escenario, Javiera Hernández, psicóloga y coordinadora de Formación Integral de la Universidad San Sebastián sede Concepción, explica que “escoger una profesión es una tarea compleja, porque los adolescentes atraviesan por una etapa marcada por la transformación de la identidad, que no facilita el proceso, sino todo lo contrario”.

La experta puntualiza que en este período “aparecen dudas, incertidumbres y desconciertos con respecto al futuro. Diversos factores, tanto internos como externos, inciden en este proceso. Los internos guardan relación con el nivel de autoconocimiento e intereses, mientras que los externos tienen que ver con las posibilidades que genere el entorno, esto es, las oportunidades que entreguen el contexto escolar, la familia y el aporte de las influencias de terceros”.

Al respecto, la docente Marcela Aracena, orientadora pedagógica y académica de la Facultad de Ciencias de la Educación de la Universidad San Sebastián, agrega que “a estas alturas, barajar tres opciones, que incluso pueden ser opuestas entre sí, es normal”. Agrega que “lo normal es pasar por varias carreras durante la Enseñanza Media y es importante considerarlo, porque normalmente los padres exigen que se madure y se tome una decisión, pero puede ser que al momento de postular terminen tomando otra decisión. Los cambios están, y equivocarse no es malo. No es un problema, sobre todo sis se considera que el cerebro sigue madurando a esa edad”.

Recomendaciones

Para minimizar el riesgo de que el adolescente se desoriente en su elección, Javiera Hernández plantea que “los actores educativos debemos colaborar para crear espacios donde éste pueda conocer sus talentos, habilidades, destrezas y también dificultades a través de la experiencia. Esto se concreta a través de la multiplicidad de inteligencias que se conocen: lógica-matemática, lingüística-verbal, corporal, naturalista, interpersonal, intrapersonal, visual-espacial y musical”.

“En la medida en que el adolescente conozca y experimente los tipos de inteligencias, podrá potenciar habilidades y fecundar otras áreas que no conocía sobre sí mismo. Conocerá disposiciones, aptitudes y capacidades que le harán más fácil la ardua tarea de decidir el camino a seguir. El rol del entorno, entonces, consiste en apoyar y permitir la expansión intelectual y social del estudiante”, afirma Hernández.

marcela-aracena-003Del mismo modo, Marcela Aracena señala que “la ansiedad va a disminuir en la medida en que los estudiantes se informen mejor y también vayan contrastando esto con su propia realidad. Por ejemplo, si el joven nunca ha sido una persona metódica para estudiar, quizás es necesario dejar de lado cierto tipo de opciones que requieren de mucha lectura y estudio, optando por algo más bien práctico”.

Por otra parte, los padres pueden aportar en ese conocimiento interno de sus hijos para que puedan armar el rompecabezas. “Por ejemplo, preguntar a los padres cuáles eran sus juegos de niño, ya que la tendencia es que muchos de los juegos de niño se vuelven a repetir. Aunque uno no lo recuerde, siempre esa variable tiende a estar alineada. Una persona que tiene un alto conocimiento científico en su vida laboral, por ejemplo, alucinaba cuando pequeña con el cuento de “El Principito” y mirando las estrellas. Probablemente  allí hay un nicho de exploración que no es comparable con un niño que jugaba a la cocina”, sostiene la académica.

 

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