Aprendiendo sobre la vida de una persona con autismo

La académica USS, Rebeca Pemjean, ahonda en el desarrollo del autismo, condición del neurodesarrollo que se traduce en la dificultad para comunicarse e interactuar.

El 2 de abril se conmemora el Día Mundial de Concienciación sobre el Autismo, que tiene como objetivo visibilizar esta condición. Los niños, niñas y adultos con Trastorno de Espectro Autista (TEA) tienen capacidades y necesidades distintas y por eso “uno de los primeros cambios que se deben hacer es emplear la palabra condición y no trastorno para referirse a ellas y ellos. Tienen derecho a vivir una vida plena”, dice Rebeca Pemjean, académica de Fonoaudiología de la Universidad San Sebastián.

-¿Qué deudas pendientes existen hacia las personas con autismo?

Seguir trabajando para sacar adelante la Ley del Autismo que se está tramitando en el Congreso, con el objetivo de que establezca la necesidad y obligatoriedad del Estado de entregarles apoyo. También debe existir un reconocimiento verdadero y temprano del autismo en niños y niñas y en las personas adultas que no fueron diagnosticadas a tiempo, incluidos quienes viven en situación de calle.

-¿Cómo hay que relacionarse con una persona con autismo?

Se debe comprender que durante una conversación, y a diferencia de las personas neurotípicas, quien tiene autismo no te mirará a los ojos porque le resulta incómodo. Además, hay que tener harto cuidado con la cercanía o la proxemia y, especialmente, con el contacto físico. Lo mismo en la forma de hablarle porque hay cosas que no van a comprender como algunas bromas o situaciones interpretables o de doble sentido.

-¿Cómo se detecta?

Un médico hace el diagnóstico a partir de la observación de la interacción social de un niño o niña y la flexibilidad de su pensamiento. Ellos tienen formas rígidas de elaborar sus conductas, hacen sus cosas de una misma manera y cualquier cambio los desajusta. Pueden no establecer contacto visual, ni responder a la intención comunicativa de los otros. Cuando hablan, muchas veces lo hacen para sí mismos, sobre todo en la niñez. Su diagnóstico se puede realizar desde 1 año y seis meses de edad.

-¿Y en el caso de los adultos?

Muchas veces son los psicólogos quienes diagnostican el autismo que no fue detectado en la infancia y es muy probable que estas personas tengan tendencia a la ansiedad y la depresión. En el caso de las mujeres, el autismo es un poco diferente y sucede que a veces ellas creen que es una patología mental, porque, por ejemplo, les molestaban los ruidos, rechazaban que alguien se les acercara y tenían una actitud arisca o distante.

-¿Con qué más se suele confundir?

Cuando son niños se confunde con los trastornos del lenguaje, porque uno de los síntomas es una aparición tardía de esta capacidad y, por ejemplo, un niño tiene dos o tres años y no habla nada. A veces también pasa lo mismo con los trastornos por déficit atencional. En los adultos, se confunde con trastornos ansiosos y obsesivos compulsivos.

Rebeca Pemjean concluye que el autismo es una condición del neurodesarrollo que estará presente durante toda la vida de una persona, pero con el transcurso del tiempo “va aprendiendo y adaptándose a algunas cosas como, por ejemplo, el poder establecer contacto visual con otro en el transcurso del tiempo”.

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