Muchos jóvenes llegan a engrosar las cifras de los llamados ninis, que no estudian ni trabajan. En Chile son más de 500 mil, entre 15 y 29 años.
Marzo es un mes especialmente activo para Concepción. Al retorno de vacaciones de muchas familias y al ingreso a clases de los escolares, se suma la llegada de miles de estudiantes universitarios que otorgan una fisonomía particular a la ciudad. La vida universitaria es parte de la identidad penquista y un factor de desarrollo fundamental en las últimas décadas. No podemos entender Concepción sin sus universidades, estudiantes y académicos que otorgan riqueza y dinamismo a la capital regional.
Y esta vocación universitaria ha ido en aumento gracias a los positivos cambios acontecidos en el país que han permitido un notable crecimiento de la matrícula. En el año 2008, 105 mil jóvenes cursaban estudios superiores en la Región del Biobío, considerando alumnos de universidades, institutos profesionales y centros de formación técnica. Esa cifra llegó a casi 160 mil estudiantes el año pasado en la región. Un aumento de más del 50% de la matrícula en menos de diez años. Un logro alcanzado en gran medida gracias al aumento de la oferta académica y a mecanismos, como becas y créditos, que han permitido el acceso a la educación superior de los segmentos socioeconómicos más desfavorecidos.
No obstante este evidente crecimiento, cursar estudios superiores sigue siendo un derecho que, por diversas variables, no todos los jóvenes pueden ejercer. Razones familiares, la paternidad, vivir en zonas alejadas de los centros urbanos que cuentan con instituciones educacionales, factores económicos y por cierto también motivos académicos hacen que muchos jóvenes vean truncados sus sueños de transformarse en profesionales.
Los jóvenes que cursan una carrera en la educación superior o que este año ingresan a una institución, deben dimensionar la responsabilidad que implica tener la oportunidad de formarse.
Algunos de ellos se ven obligados a ingresar al mercado laboral sin disponer de una formación que les permita acceder a trabajos calificados. Así se deben conformar con salarios bajos, situaciones de informalidad y son los primeros que pierden su fuente laboral en períodos de inestabilidad económica.
En otros casos la realidad es peor, porque llegan a engrosar las cifras de los llamados ninis, jóvenes que no estudian ni trabajan. En Chile son mas de 500 mil personas entre 15 y 29 años que viven esta dramática situación. La cifra bordea el 20% de este segrnento etario.
Considerando todos esos elementos, los jóvenes que cursan una carrera en la educación superior o que este año ingresan a una institución, deben dimensionar la responsabilidad que implica tener la oportunidad de formarse. Cursar estudios superiores no solo abre puertas para un futuro mejor, sino que implica un crecimiento personal incalculable.
Entonces, los jóvenes tienen el deber de dedicarse con toda su energía y talentos a sacar el máximo provecho de su época universitaria. Eso supone, por supuesto, estudiar con dedicación y responsabilidad, lograr aprendizajes significativos y cimentar con bases sólidas su camino hacia el mundo laboral. Pero aquello no es suficiente. Los estudiantes universitarios están llamados a participar en las actividades extradisciplinares que su institución les ofrezca. La invitación es a sumarse a los voluntariados y a las actividades deportivas, artísticas, culturales y de formación ciudadana, además de asumir, desde ya, el deber transcendente de ejercer su profesión con ética y un alto sentido del bien común. Un mínimo que se pide a quienes tienen el privilegio de estudiar en la educación superior.
Fernando Quiroga Dubournais
Vicerrector sede Concepción
Universidad San Sebastián
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