Transformación energética: Un desafío global a contrarreloj

La adopción de energías limpias y renovables está emergiendo como una de las principales preocupaciones a nivel mundial. Pero más allá de las buenas intenciones, la falta de recursos, los problemas de distribución y las diversas prioridades de cada país complican una tarea que enfrentamos contra el tiempo.

La ONU define a las energías renovables como “aquellas derivadas de fuentes naturales que llegan a reponerse más rápido de lo que pueden consumirse”. Ejemplo de estas son la luz solar y el viento, que no solo se renuevan continuamente, sino que provocan un impacto considerablemente menor al planeta en comparación con los combustibles fósiles. Mientras que los combustibles fósiles requieren de extracción y se agotan, las energías renovables capturan recursos disponibles de forma continua en la naturaleza, por lo que son sostenibles. Esta diferencia es clave al momento de evaluar la transición energética.

En el contexto actual, estas fuentes son vitales. Hace unas semanas, el secretario general de Naciones Unidas, António Guterres, advirtió que la era del calentamiento global “ya llegó a su fin, estando ahora a las puertas de la ebullición global”. De muestra, julio 2023 se convirtió en el séptimo mes del año más caluroso jamás registrado, debido al acción del cambio climático y el efecto invernadero. Temperaturas extremas y derretimiento acelerado de los casquetes polares son parte de las amenazas venideras.

Hoy las emisiones de CO2 de fuentes como el carbón y el petróleo representan gran parte de la generación eléctrica mundial. Estas superan los 40.000 millones de toneladas métricas el año pasado a nivel global.

Energías renovables en el mundo

En el escenario internacional y en Chile, la energía solar y eólica son las más conocidas y las que más se han potenciado. Solo en 2022 se destinaron más de 480.000 millones de dólares a estos sectores , lo que supuso alrededor del 97% de la inversión global en energías limpias.

A pesar de estos avances, el informe “Fostering Effective Energy Transition 2021 Edition” del Foro Económico Mundial destaca que, de 92 países que han progresado en su transición energética en la última década, solo 13 han logrado mejoras significativas.

Este ranking, basado en criterios de desarrollo económico, sostenibilidad ambiental y acceso a la energía, ubica a Suecia, Noruega y Dinamarca como líderes. Chile se encuentra en el puesto 34. Sin embargo, es importante destacar que en 2022, Chile alcanzó un récord al lograr que las energías renovables no convencionales representaran el 33% de la generación de energía eléctrica, un aumento de 6 puntos porcentuales respecto al año anterior.

Comprometidos con el futuro

La transición energética también ha captado la atención de expertos y académicos de la USS. Jonathan Díaz, ingeniero de proyectos y egresado de la U. San Sebastián, enfatiza la importancia de mejorar la capacidad del sistema de transmisión y almacenamiento energético en Chile para adaptarse eficientemente a las tecnologías emergentes y compromisos en este plan de descarbonización.

Uno de los desafíos más importantes que tiene Chile es aumentar la capacidad del sistema de transmisión y sistema de baterías de almacenamiento energético, ya que sus limitaciones afectan la rápida adaptación a las nuevas tecnologías. Expertos indican que podría tomarnos entre 5 y 10 años transformar la infraestructura heredada para que esté acorde a lo que hoy necesita la industria. Solo para cuantificar, según la Asociación Chilena de Energías Renovable y Almacenamiento ( ACERA), en 2022 el recorte de generación solar fotovoltaica y eólica fue de 1,4 TWh, equivalentes al consumo anual de electricidad de 600.000 hogares o a toda la generación eléctrica producida por centrales diésel durante el año pasado”, explica.

“El sistema de transmisión que tiene Chile, hace que actualmente existan congestiones, costos de gestión adicionales y vertimiento de energía limpia. En palabras simples, por la infraestructura que hoy tenemos se está derrochando energía (no se puede inyectar al sistema). A esto se suma que en las centrales de ERNC el potencial de generación de energía no es necesariamente en los horarios de mayor demanda. Por lo anterior, es una urgencia el desarrollo tecnológico de almacenamiento de energía”,  puntualiza.

Carlos Hinrichsen, director de la Escuela de Diseño Digital e Industrias Creativas, complementa el análisis. “Es necesario sensibilizar a la población sobre la importancia de las energías renovables y la transformación energética. Chile tiene muchas ventajas para ser un gran actor. Se necesita inversión, investigación y desarrollo”, recalca.

Contribución de la USS

En este contexto, la Universidad San Sebastián avanza con determinación hacia una cultura proactiva en relación con las energías renovables y la transición energética. Con proyectos y acciones concretas se está convirtiendo en un actor clave en este importante desafío.

A juicio de Jonathan Díaz, la U. San Sebastián esta dando pasos para crear conciencia en torno al tema ambiental, ya sea mediante la formación que entrega a sus estudiantes como también por medio de las iniciativas que emprende en la materia. “En la USS estamos desarrollando proyectos que van relacionados con el cambio climático, del que se tendrán novedades en los próximos meses. Esto habla de una cultura proactiva frente al tema. Hay que entender que la transición a energías renovables es un proyecto transversal, que afecta en lo social, en lo económico, en lo educacional”.

Centro de Transición Energética

Hinrichsen también resalta que “uno de los grandes hitos para la USS es la reciente formación del Centro de Transición Energética, liderado por el ex rector y Premio Nacional de Ciencias Aplicadas, Dr. José Rodríguez. Esto habla del interés institucional por ser un actor activo en esta industria.

Y ha sido el propio José Rodríguez -uno de los científicos más contados a nivel nacional y mundial- quien ha señalado que “la transición energética plantea desafíos tecnológicos, de diseño de políticas públicas y regulación del sector energético”. Esto ayudará a generar nuevo conocimiento: “La investigación genera evidencia y publicaciones que son difundidas dentro de la comunidad científica y que luego las empresas o instituciones toman y aplican, lo que se convierte en un círculo virtuoso”.

De este modo, la Universidad San Sebastián aportando con trabajo proactivo, interdisciplinario  y colaborativo para propiciar avances, consensos y directrices que faciliten una transición energética equitativa, justa e inclusiva.

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