Robots que corren, bailan y saltan: ¿Hasta dónde llegaremos?

En las últimas semanas, la empresa Boston Dynamics presentó robots capaces de correr y saltar de forma humana e, incluso, esquivar obstáculos. ¿Cuáles son las fronteras y la utilidad de esta tecnología? Académico USS analiza el caso.

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Foto: Boston Dynamics

Son dignos de una película de ciencia ficción. Al más puro estilo “Terminator”, la empresa Boston Dynamics presentó al mundo a Atlas, un robot humanoide capaz de completar circuitos completos de “actividad física”, corriendo, saltando y esquivando obstáculo sin errar en ninguna ocasión.

Y si bien no es la primera vez que un robot realiza actividades de este tipo, el nuevo Atlas sí conlleva una gran novedad: ahora no se trata de ejercicios programados previamente, sino que los movimientos están basados en la percepción de las propias máquinas o sistemas inteligentes, las que escanean y reaccionan a los elementos que se le presentan en el camino. En palabras simples, las máquinas reaccionan, entienden su entorno y aprenden en base a algoritmos.

¿Qué beneficios trae este tipo de tecnología? El que Atlas utilice ahora “elementos visuales para aprender a adaptar su movimiento al recorrido, y para reaccionar al entorno en tiempo real, da señales de la ayuda que estas máquinas o sistemas inteligentes podrían ofrecer en distintos ámbitos del trabajo humano, como en el área de la salud, en el cuidado de la tercera edad, en trabajos agrícolas, en minería, en servicios generales y hasta en desastres naturales”, comenta Carlos Hinrichsen, decano de la Facultad de Diseño Digital e Industrias Creativas de la Universidad San Sebastián.

¿Desarrollo peligroso?

Algunas voces apuntan a que el desarrollo de esta tecnología solo fomenta soluciones con foco u objetivos militares, ya que parte de los proyectos son financiados por DARPA, la Agencia de Proyectos de Investigación Avanzados de Defensa, dependiente del Departamento de Defensa de Estados Unidos. Boston Dynamics ha explicado que sus robots no están hechos o desarrollados específicamente para algún propósito militar o gubernamental, considerando que la empresa tiene un código ético que delimita su uso o aplicaciones.

La inspección remota de entornos peligrosos y operaciones de rescate -en terremotos, incendios u otras operaciones logísticas complejas– son parte de sus funciones.

En esta línea, Hinrichsen destaca como punto central “el trabajo interdisciplinario al momento de pensar en el futuro”. De hecho, Deloitte publicó recientemente un estudio en que afirma que la Inteligencia Artificial (IA) no alcanzará su potencial a menos que diseñadores guíen los procesos de aprendizaje, y es ahí donde facultades como la de Diseño Digital e Industrias Creativas de la USS tendrán mucho que aportar.

“Aquí la empatía es el punto de partida que contribuye a mejorar la calidad de las propuestas y/o soluciones planteadas, siempre pensando en los usuarios”, recalca el académico.

¿Cuál es el desafío que viene? “Prepararnos con estrategias de adopción, adaptación y transferencia tecnológica para cuando este tipo de robots o tecnologías salgan de los laboratorios y sean parte de la vida cotidiana. El bienestar de las personas debe ser parte de esta nueva realidad”, concluye el decano.

 

 

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