La familia debe orientar la mejor decisión que considere factores como la calidad de la universidad, arancel, intereses y destrezas personales.
Enfrentarse a los resultados y puntajes de la PSU no sólo representa una presión por el rendimiento, sino también por la elección de la carrera. Cuando los resultados no fueron los esperados, siempre hay opciones, ya que el joven puede rendirla nuevamente o barajar otras opciones. Lo relevante es no frustrarse, pues aún tienen tiempo para equivocarse y, por lo tanto, deben tomarse con calma estos resultados.
Javiera Hernández, psicóloga y coordinadora de Formación Integral de la Universidad San Sebastián, sede Concepción, plantea que la elección de la carrera no es algo que puedan decidir otros, ni que se tome apresuradamente. Se debe escoger sobre la base de las fortalezas e intereses personales y teniendo en cuenta que es una unión indisoluble a lo largo de la vida académica y profesional.
“Si bien es cierto para un adolescente es duro afrontar el mal desempeño o bajos puntajes, la familia es un pilar fundamental. No sólo debe animar a seguir, sino también accionar mecanismos que permitan dirigir esfuerzos tendientes a mejorar. Aquí es donde la vocación, las competencias personales y las afinidades académicas juegan un rol protagónico, ya que no es elegir algo porque simplemente alcanzó el puntaje o para ingresar a la universidad. La familia debe orientar la mejor decisión que considere factores como la calidad de la universidad, arancel, intereses y destrezas personales”, plantea Hernández.
“Ya sea que el puntaje obtenido sea el esperado o no, el soporte emocional de la familia es crucial, pues el joven vive un período de presiones, de ansiedad y a veces angustiante e incluso algunos no saben qué quieren estudiar. Es por ello que más allá del “éxito” o del “fracaso”, el foco es ayudarlos a tener claridad”, puntualiza la psicóloga de la Universidad San Sebastián.