Revisar las conductas alimentarias, diseñar un plan de ejercicio, cautelar que se estén durmiendo las horas necesarias y erradicar hábitos dañinos como el tabaquismo o el consumo abusivo de alcohol son los primeros pasos para cimentar una vejez saludable.
Los chilenos estamos envejeciendo. Tenemos la mayor esperanza de vida en Latinoamérica con 80,5 años, superados en el continente sólo por Canadá. Hoy el 15% de la población tiene más de 60 años y se espera que este porcentaje aumente considerablemente en las próximas décadas.
Lo anterior podría ser una excelente noticia, sin embargo, preocupa que estos años no vayan unidos a una vida saludable. Consumo problemático de drogas, obesidad, sedentarismo, alta prevalencia de enfermedades de salud mental y malos hábitos de alimentación son los factores que, junto con elevar el gasto en salud en la población adulta, están afectando su calidad de vida.
Los chilenos, aunque estamos viviendo más años, no estamos sumando más años de bienestar físico y mental.
Chile, así como puede enorgullecerse de la alta expectativa de vida, debe preocuparse de que el 27% de la población mayor de 18 años sea obesa, el porcentaje más alto en Sudamérica y sólo superado por México y Estados Unidos a nivel continental.
En cuanto a actividad física, un 80% de la población es sedentaria y si bien la cifra ha bajado en los últimos años, esta disminución ha sido leve. Asimismo el ausentismo laboral que tiene como causa un trastorno en la salud mental se estima entre el 35 y 40%. Todas cifras que nos deben inquietar, pues son reflejo de que los chilenos, aunque estamos viviendo más años, no estamos sumando más años de bienestar físico y mental.
El desafío hoy es mejorar las expectativas de vida saludable. Y para lograr ese objetivo, además de la implementación de políticas públicas eficaces y enfocadas en los reales problemas, se requiere que cada uno se haga responsable de su salud. Tomar conciencia de que mantener la salud es un compromiso que cada persona debe asumir es el primer paso para generar al interior de las familias una cultura del autocuidado.
Velar por la salud emocional puede resultar tanto o más relevante y para ello cultivar las relaciones familiares y de amistad es primordial, pero también dejarse espacio para el disfrute individual ya sea practicando un pasatiempo, escuchando música o leyendo libros sólo por placer.
Las vacaciones de verano son una ocasión propicia para conversar de estos temas con la familia y, si es necesario, proponerse un cambio de hábitos que permita mejorar la salud. Revisar las conductas alimentarias, diseñar un plan de ejercicio, cautelar que se estén durmiendo las horas necesarias y erradicar hábitos dañinos como el tabaquismo o el consumo abusivo de alcohol son los primeros pasos para cimentar una vejez saludable. Y, lo más importante, ser ejemplo para los hijos que incorporarán estilos de vida sana de manera natural.
Pero no basta con preocuparse de estar bien físicamente. Velar por la salud emocional puede resultar tanto o más relevante y para ello cultivar las relaciones familiares y de amistad es primordial, pero también dejarse espacio para el disfrute individual ya sea practicando un pasatiempo, escuchando música o leyendo libros sólo por placer. Las vacaciones pueden ser una excelente oportunidad para retomar a los clásicos o leer a los nóveles escritores. Le aseguro que opciones hay muchas.
Sergio Castro Alfaro
Vicerrector sede Concepción
Universidad San Sebastián
Vea la columna en diario El Sur.