Este 11 de abril se conmemora el Día Mundial del Parkinson, cuyos orígenes son multifactoriales y no siempre prevenibles. Por ello, mantener a los pacientes con el mayor nivel de independencia y autonomía en sus ocupaciones es el reto. Sepa cómo lograrlo.
Con el aumento de la expectativa de vida, se generan una serie de desafíos para las personas mayores y su entorno familiar, particularmente para quienes padecen trastornos neurodegenerativos, como es el caso del Parkinson.
Esta patología afecta del 1 al 2% de la población mayor de 65 años, cifra que se eleva a cerca de 5% en el caso de los mayores de 85 años. La enfermedad se caracteriza por los problemas motores como temblores y rigidez causados por una baja en la producción del neurotransmisor dopamina, el que cumple un rol fundamental en la modulación del movimiento, la postura y el tono muscular.
Si bien las causas del Parkinson aún se desconocen “se estima que menos del 10% de los casos se debe a causas genéticas. En cuanto a factores ambientales, la exposición a pesticidas, metales pesados y lesiones a nivel cerebral pueden aumentar el riesgo de padecer Parkinson, de manera que la enfermedad se relaciona con la interacción entre ambiente y predisposición genética”, explica la académica de Terapia Ocupacional de la Universidad San Sebastián (USS), Verónica Guerra.
Luego de recibir el diagnóstico de la enfermedad de Parkinson es normal que exista temor, enojo y frustración, explica la psicóloga y docente de la carrera de Enfermería de la USS, Claudia Moya. “Los profesionales deben acompañar y ayudar a que los pacientes se den cuenta que la vida ha adquirido otra forma diferente y, cuando logren la calma, ayudarlos a poner todo de su parte para mantener un estilo de vida lo más saludable posible”.
Para eso hay que propiciar el “mantener el mayor nivel de independencia y autonomía posible en sus ocupaciones o actividades cotidianas. Para ello es fundamental utilizar algunas herramientas, entre las cuáles se encuentran: la adaptación del ambiente, los objetos y las actividades a las características de cada persona con Parkinson; el diseño y entrenamiento en el uso de ayudas técnicas que faciliten el desempeño; la educación en nuevas maniobras para desarrollar una tarea; actividades lúdicas y ergo terapéuticas con el fin de reforzar habilidades; instancias grupales que fomentan la movilidad, la cognición, la interacción social y el intercambio de experiencias con respecto a la ejecución de actividades diarias”, explica Verónica Guerra.
La docente añade que como esta enfermedad también afecta al círculo familiar, “nuestra labor también se extiende a apoyar al entorno social cercano, educando y entrenando estrategias para la adecuada asistencia a la persona con Parkinson, favoreciendo sus habilidades, autonomía y protegiendo al cuidador de una sobrecarga tanto física como emocional”.
Otro aspecto que se ve alterado con esta enfermedad es la voz, la que disminuye el volumen por las dificultades respiratorias y el movimiento de la musculatura, que hace que no se le entienda bien lo que hablan, se producen errores de velocidad y problemas cognitivos que se traducen en un enlentecimiento del pensamiento, según señala la académica de Fonoaudiología de USS, Madeleine Ibacache, quien sostiene que la consulta temprana es clave para mantener la funcionalidad e independencia de los pacientes.
Algunos de los consejos para mantener la funcionalidad son: estrategias comunicativas que van desde el aumento del volumen de la voz a la articulación de las palabras; entrenamiento para ocupar al máximo las habilidades respiratorias y para que el sonido sea audible y el trabajo cognitivo para la correcta planificación de las ideas.
Consejos para mantenerse activos mentalmente