Ya éramos ‘líderes’ en tabaquismo, pero un reciente informe internacional posiciona también a Chile como el país sudamericano con mayor consumo de alcohol. ¿Qué está pasándonos? El Instituto IPSUSS planea dictar próximamente un Magíster en Adicciones, para dar herramientas de análisis médico y socioeconómico del problema, tanto a profesionales del área científica como humanista.
Las cifras fueron claras: de los 34 países que componen la Organización para la Cooperación Económica y el Desarrollo, Chile es uno de los que ha aumentado su consumo de alcohol en las últimas dos décadas. Mientras en promedio la OCDE -compuesta tanto por naciones del primer mundo como por países emergentes- redujo su cifra de 9,4 a 9 litros per cápita, en Chile creció de 7,4 litros en 1996 a 9,6 en 2012 según cifras de SENDA y la OMS. Esto deja a nuestro país como el mayor consumidor de alcohol por habitante en Sudamérica.
Se trata de un llamativo récord, que se suma al de los mayores fumadores juveniles de América y de las mayores fumadoras juveniles del mundo, de los mayores consumidores juveniles de marihuana en Sudamérica, y hasta del mayor aumento de suicidios juveniles en el mundo, junto con Corea del Sur. Y pese a que Chile ha estado adoptando las recomendaciones internacionales para combatir el alcoholismo y sus efectos, la tendencia sigue al alza.
“Tenemos 7,4 litros en 1996, 7,9 en 2010, y 9,6 en 2012. Pese a que algunos dicen que el aumento no es estadísticamente significativo, notamos que la curva está, se mantiene el ascenso y no tenemos una baja real. Eso es lo que finalmente llama la atención”, plantea el neurobiólogo Marcos Santibáñez, académico de la Universidad San Sebastián y especialista en estudio de adicciones.
Si bien la situación no avanza a un ritmo tan grave como en Rusia, India, China o los países escandinavos, la experiencia en la OCDE muestra que países incluso con más tradición de ‘bebedores’ sí han conseguido disminuir sus tasas de consumo. Italia, Francia, Alemania, España, por ejemplo, redujeron sus cifras entre 20% y 40% desde 1992.
“Lo otro llamativo es que el consumo de alcohol en mujeres chilenas es alto, y en los últimos 20 años ha ido igualándose al del hombre. También en los menores de 18 años. Un 30 a 35% consume alcohol por lo menos una vez al mes“, explica el profesor Santibáñez.
“Esto es bien complicado porque los estudios dicen que las personas que comienzan su consumo de alcohol más jóvenes, tienen más probabilidades de hacerse adictos o tener problemas asociados al alcohol”.
A diferencia del Convenio Marco de las Naciones Unidas para enfrentar el tema del tabaquismo, no hay un esfuerzo similar para el consumo abusivo del alcohol. Faltan decisiones globales y estudios que respalden acciones mancomunadas a nivel internacional, obligatorias para los países firmantes. Por ejemplo en el tema del aumento de impuestos. Hay países que adoptan tasas muy estrictas, de 40 o 45% sobre el precio del producto. En Chile se ha ido avanzando en la materia. El año pasado entró en vigencia una modificación que elevó los impuestos para vinos y cervezas de 15% a 20,5% y para los destilados de 27% a 31,5%. ¿Será eficaz?
“Como no hay ningún estudio, no se sabe lo que va a significar un 5% de aumento en el impuesto a los alcoholes. Sin tener resultados, uno puede pensar que ese 5% es muy bajo. Si hablamos de un litro de cerveza que costaba $1.000, con el alza sube a $1.050, que no es prohibitivo para el comprador”, plantea el neurobiólogo de la USS.
Siguiendo con el paralelo con la nueva Ley de Tabaco, tampoco hay regulaciones hacia la publicidad, salvo en la TV en horario de público infantil, ni para los lugares de venta.
“No dice en ninguna parte de la reglamentación que no se puede vender alcohol cerca de los colegios. Eso ya es una dicotomía. Se puede vender alcohol pero no cigarrillos“, hace notar Marcos Santibáñez. “Ambas son finalmente sustancias adictivas legales, y por ese lado debería haber una mejor reglamentación.”
Lo que sí ha sido notorio es la legislación más estricta para controlar y castigar el manejo de vehículos después de beber alcohol, una de las mayores causas de muertes o lesiones en calles y carreteras en Chile.
Las estadísticas de Carabineros muestran que en 2014 hubo 15% más accidentes por conducir bajo los efectos del alcohol que en 2013, y ese año 25% más que el anterior. La Ley de Tolerancia Cero y la Ley Emilia son los ejemplos más simbólicos de ese esfuerzo, cuyos resultados deberán analizarse a mayor plazo.
El consumo de alcohol y su abuso tienen raíces profundas, de tipo cultural, que se complican aún más cuando se observa el efecto en el organismo. Al igual que otras sustancias, el alcohol atrapa a personas que tienen trastornos emocionales –como depresión o ansiedad- porque les genera adicción.
“Las adicciones, cualquiera que ellas sean, tienen el mismo efecto: producir la búsqueda compulsiva del beneficio personal, sin importar el medio“, explica el especialista.
“Se ha demostrado que a nivel neurológico aumenta la dopamina y con eso la sensación de bienestar, de placer, que la persona busca a nivel sicológico, y en algunos casos también a nivel físico, como con el alcohol. Cuando una persona lo deja, hay síntomas de deprivación, sensaciones físicas. Por eso finalmente es tan difícil dejar esta adicción.”
Para colaborar a la comprensión de este tipo de problemas, el Instituto IPSUSS está preparando un Magister en Adicciones, dirigido a profesionales tanto del área de la salud como de las ciencias sociales. Se trata de una iniciativa para darles herramientas de análisis médico y socioeconómico sobre el fenómeno y permitirles enfrentarlo de manera integral, buscando sus causas particulares y específicas, única forma de lograr eficacia.
“Por ejemplo, el consumo de alcohol en menores de clases altas aumentó en 5% entre 2011 y 2013. Las causas pueden ser diversas: mayor poder adquisitivo, aceptación social. Pero en clases bajas hay adicción al neoprén, que no es por aceptación social sino para inhibir el hambre. Son dos elementos distintos pero que llegan al mismo efecto: la adicción. Entonces hay que buscar cuál es el origen, por qué la persona lo buscó, y eso hay que mejorarlo”, dice el profesor Santibáñez. “Ahora, si una persona viene de una familia que está destruida o tiene padres adictos, si yo rehabilito al joven y lo reinserto al mismo núcleo familiar, lo más probable es que va a recaer. Por lo tanto hay que buscar un equilibrio. A eso no se ha llegado, a buscar esa rehabilitación integral del paciente. No basta con el proceso farmacológico o de terapia sicológica, sino también de la reinserción social y el aspecto familiar, que está en proceso y tiene que ir mejorándose, pero esos elementos no están adecuadamente desarrollados”, finaliza.
Entonces, si Chile tiene porcentajes récord de fumadores, de bebedores de alcohol, de consumidores de marihuana ¿es un país de adictos? Y si es así ¿por qué?
En esta tierra se hace evidente que “gozar de buena salud” es mucho más que tener la posibilidad de acceder a un médico o a un hospital. Comparativamente, eso ya lo tenemos. Pero lo descrito obedece a una enfermedad grave, de mal pronóstico y sin un buen tratamiento a la vista. Son las condicionantes sociales y ambientales de la enfermedad las que nos afectan. Vivir en ciudades atiborradas, respirando un aire que se confunde con humo, demorando 3 horas diarias en trasladarnos hacia y desde el trabajo, siempre inseguros y atemorizados, sin certezas, con el eslabón perdido de la familia destruido, sin niños, sin confianzas, sin verdades, y con una inequidad intolerable. Eso enferma, eso mata, y el tratamiento no se compra en una farmacia.(Reflexión de un médico) |
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Escrito por Julio Enrique De Villegas