Esta es una enfermedad que afecta al 10% de las mujeres embarazadas. Si bien es una patología de la madre, tiene consecuencias para el bebé en gestación por su programación genética en etapa fetal. Puede producir obesidad, diabetes y afecciones cardiovasculares.
En el marco de un seminario sobre la diabetes gestacional en el primer trimestre del embarazo, organizado por la Universidad San Sebastián, el investigador de la Universidad de Graz, en Austria, Gernot Desoye, planteó que “el metabolismo de la madre, y sus alteraciones, durante el embarazo, modifica las características fisiológicas y morfológicas de la placenta y esto tiene directa relación con el desarrollo del feto y la salud posterior del recién nacido”.
Por eso es que se están realizando investigaciones para poder anticipar el diagnóstico y tratamiento de esta enfermedad. Greg Rice académico de la Universidad de Queensland, en Australia, se ha especializado en la búsqueda de estos biomarcadores sensibles y ha postulado a los denominados exosomas, que son partículas o pequeños fragmentos de células que tienen un buen valor predictivo para esta enfermedad.
Rice precisa que los “cambios en la cantidad de estos exosomas y de su contenido de biomoléculas, que pueden ser detectados en muestras de plasma, presentan una buena correlación con el riesgo de la madre de desarrollar patologías como preeclampsia o diabetes gestacional. Y estas mediciones pueden realizarse durante el primer trimestre del embarazo”.
Sobre este punto, Mary Carmen Vázquez, académica del Departamento de Ciencias Biológicas de la Facultad de Ciencia de la USS dice que el desarrollo de estas técnicas “no invasivas, de fácil automatización y bajo costo para predecir o diagnosticar patologías del embarazo tempranamente, permitirá un mejor manejo clínico de estas pacientes mejorando la salud y la calidad de vida de las mismas así como también de su descendencia futura”.
Al respecto, Sebastián Illanes académico de la Universidad de Los Andes sostiene que “si una madre no hizo diabetes gestacional, el riesgo para su hijo de una diabetes tipo 2 o prediabetes es de 4%. Ahora si manifestó la enfermedad, el riesgo para el recién nacido de ser resistente a la insulina es de 21%, es decir, cinco veces más”.
Illanes recalca que “el problema es que hacemos el diagnóstico tarde y recién ahí le damos dieta, insulina y ponemos hacer ejercicio a la paciente”.
Para enfrentar esta situación hay dos posibilidades, según el académico: “Una es que ninguna paciente se embarace sin una preparación consciente, donde tiene que haber un control del peso, comer sano y hacer deporte. La otra opción es utilizar biomarcadores para pesquisar quienes van a desarrollar diabetes gestacional, pero los controles tienen que ser antes de las diez semanas de gestación, para tener una oportunidad de intervención”.
Sobre este tema, Mary Carmen Vázquez, señala que cualquier avance en esta materia debe ir acompañado por educación tendiente a mejorar los hábitos de vida de las madres. “Estos cambios son fundamentales para prevenir o al menos disminuir la prevalencia de patologías en el embarazo que están directamente relacionadas con el desarrollo de patologías metabólicas en los recién nacidos, tanto en su infancia y adolescencia como en su vida adulta”.