Coloquio del instituto IPSUSS reveló detalles del operativo médico para mantener con vida a los 33 mineros de Atacama. Participaron los encargados del equipo de salud y el trabajador Yonni Barrios, quien actuó como responsable sanitario de sus compañeros de encierro.
Hace cinco años un grupo de 33 mineros quedó aislado por un derrumbe en uno de los túneles de la mina San José, en la Región de Atacama. 72 días duró su búsqueda y posterior rescate, y si bien la operación constituyó un hito histórico mundial ampliamente difundido por la prensa, siguen sin conocerse muchos detalles acerca de cómo los trabajadores lograron sobrevivir a 700 metros de profundidad, en un ambiente inhóspito, prácticamente a oscuras, con cerca de 40 grados de temperatura, alta humedad, y además, con riesgo para varios de ellos, enfermos crónicos, cuyos tratamientos se interrumpieron repentinamente cuando quedaron atrapados.
Este fue el principal tema del coloquio ‘Rescate de los 33 mineros: ¿Cómo se mantuvieron vivos?’, que la U. San Sebastián llevó a cabo ante más de 400 invitados de diversas instituciones y alumnos de las carreras de la salud que estudian en el Campus Los Leones.
La conversación tuvo como protagonistas a los principales actores del histórico episodio: el médico jefe del operativo de salud, Jorge Díaz; la enfermera a cargo de las rutinas de cuidado diario, Marcela Zúñiga; el médico de la Armada y especialista en medicina de submarinos, Andrés Llarenas; y el minero Yonni Barrios, quien estuvo a cargo de la atención de salud en el refugio subterráneo.
La experiencia que este trabajador había tenido de joven -cuando le tocó cuidar a su abuela- fue de gran ayuda para el equipo médico de superficie, que montó un plan de atención especial para mantener con buena salud a los trabajadores una vez que se logró abrir un boquete y establecer una sonda para enviar suministros durante las semanas que iba a tardar el rescate final.
Yonni Barrios fue comisionado para ser el enlace con el equipo médico del doctor Jorge Díaz y la enfermera Marcela Zúñiga, y aplicar bajo tierra los cuidados que le encargaban. Por ejemplo, le tocó controlar diariamente los signos vitales a sus 32 compañeros, vacunarlos, administrarles medicamentos, hacer curaciones, vigilar el estado de aquellos que tenían enfermedades crónicas, y hasta tomar una muestra de sangre a uno de ellos, que presentó síntomas sospechosos de apendicitis. El episodio puso en alerta máxima al equipo médico en el exterior, ya que de confirmarse el cuadro iba a significar una situación potencialmente mortal, difícil de resolver a la distancia.
“Todavía me dan escalofríos al recordar esos momentos”, dijo el comandante en retiro Llarenas, un oficial médico que fue enviado a Atacama por la Armada, inicialmente por 10 días, pero que el final se quedó más de 50.
Por su parte, el doctor Díaz y la enfermera Marcela Zúñiga contaron cómo tuvieron que organizarse en las primeras semanas, previendo diversos escenarios: qué hacer si alguno o varios mineros morían, cómo manejar el ánimo y la salud mental del resto, o si alguno tenía un accidente grave, o uno se enfermaba y contagiaba al resto.
Yonni Barrios, en tanto, contó detalles sobre la vida bajo tierra: cómo en las primeras semanas racionaron los víveres y comieron una galleta y un sorbo de leche día por medio, qué hicieron para alimentarse los 33 con sólo unas latas pequeñas de atún, y el sombrío panorama que tuvieron que soportar, especialmente en los primeros diez días, cuando se enfrentaron a la incertidumbre de si iban a sobrevivir o no.
“No muchos tenían esperanza de salir vivos”, admitió el minero, quien fue testigo de la desesperación de algunos de sus compañeros.
El grupo sabía que su refugio estaba a centenares de metros de profundidad, lo cual complicaba aún más el eventual rescate, y al derrumbe inicial que bloqueó el túnel donde estaban trabajando le siguieron otros desprendimientos de rocas en los días posteriores. “Todos los días fueron difíciles”, cuenta Barrios, quien aún ahora –cinco años después- se despierta algunas noches, sale al patio de su casa movido por profundos recuerdos, se pone su casco y vuelve a vivir –sin plena conciencia- los ecos de aquellas semanas que estuvo atrapado en la profundidad de la mina San José.
Al final del coloquio, el director del Instituto de Políticas Públicas en Salud, Jaime Mañalich, entregó un reconocimiento a Yonni Barrios por su destacado rol como cuidador de la salud de sus compañeros. El médico destacó que sin este minero, nada de lo que el equipo médico había planificado en la superficie habría tenido el éxito que finalmente se logró: mantener con vida y buena salud a los 33 trabajadores, hasta que los rescatistas lograron sacarlos de la profundidad 70 días después del derrumbe.
Fuente:
Escrito por Julio Enrique De Villegas