Vicerrector de la sede Concepción de la Universidad San Sebastián, Sergio Castro, manifiesta que “debemos tener presente que la tecnología, al igual que muchas cosas en la vida, no es mala ni buena en sí; lo determinante es el uso que se le puede dar”.
A aquellos que cursamos la enseñanza básica y media en los 70 y la universitaria en los 80, los avances de la tecnología y su aporte en el proceso de aprendizaje nos asombran día a día. Los niños y jóvenes hoy tienen posibilidades infinitas de acceder al conocimiento, una situación que para estos nativos digitales es normal, pero que a nosotros no deja de sorprendemos y causarnos admiración. Ese es uno de los tantos ejemplos de la brecha generacional que a veces cuesta superar y provoca tantos desencuentros.
Un asunto que genera diferencias tanto en el ámbito educativo como familiar es el manejo del teléfono celular. Lo habitual es que los padres expresen su preocupación por la casi dependencia que sus hijos tienen de estos aparatos, mientras que los profesores prohíben su uso en clases.
Considerando que los smartphones no son una moda pasajera, sino que artículos de primera necesidad para las nuevas generaciones, es necesario orientar su utilización. Y en eso los adultos tenemos una responsabilidad ineludible. Sabemos que es imposible revertir el impacto que tiene en la vida de muchos, en especial de los menores, por lo tanto, el desafío es sacarles el mayor provecho y evitar que se transformen en un elemento de distracción.
Considerando que los smartphones son artículos de primera necesidad para las nuevas generaciones, es necesario orientar su utilización. Y en eso los adultos tenemos una responsabilidad ineludible.
Lo primero es que, en la medida de lo posible, debemos familiarizarnos al máximo con esta tecnología, con todas las posibilidades que brinda y los riesgos asociados. La peor actitud es demonizarla e ignorar sus beneficios.
Los teléfonos celulares permiten un aprendizaje permanente, pues dan la opción de que los estudiantes accedan a información en cualquier lugar y a cualquier hora. ¡Qué diferencia con aquellos años en que ante una duda era necesario acudir a bibliotecas que funcionaban en horarios restringidos! Lo relevante es que el niño o joven tenga las herramientas para evaluar la validez de la información hallada en la web.
Y esta capacidad de buscar información y ser capaz de verificarla va en la línea del estudiante que requiere el mundo de hoy. Un estudiante mucho más autónomo, protagonista de su aprendizaje y capacitado para interpretar los hechos. En ese proceso, los profesores son mediadores o facilitadores.
Son múltiples las aplicaciones que facilitan las labores de los estudiantes y el desafío es que los profesores se atrevan a incorporarlas como herramientas de apoyo en sus respectivas asignaturas.
Asimismo, son múltiples las aplicaciones que facilitan las labores de los estudiantes y el desafío es que los profesores se atrevan a incorporarlas como herramientas de apoyo en sus respectivas asignaturas. Permiten guardar contenidos, acceder a ellos en cualquier momento y ayudan a organizar las jornadas de estudio.
No obstante estos beneficios, es indiscutible que el uso de celulares también implica riesgos. Basta recordar la masiva copia a través de grupos de Whatsapp que ocurrió en una universidad para entender que estos dispositivos pueden facilitar la concreción de graves faltas. Así como permiten la copia, también son un medio para cometer con facilidad el lamentable cyberbullying, fenómeno que tanto dolor provoca en las víctimas. Y asimismo en muchas oportunidades son un distractor de la indispensable comunicación cara a cara.
Sin embargo, debemos tener presente que la tecnología, al igual que muchas cosas en la vida, no es mala ni buena en sí. Lo determinante es el uso que se le puede dar y, en el caso de estos aparatos que llegaron a transformar la vida de nuestros hijos, los beneficios son múltiples. La clave es transformarlos en aliados del aprendizaje y de las relaciones familiares.
Sergio Castro Alfaro
Vicerrector sede Concepción
Universidad San Sebastián
Vea la columna en diario El Sur