Entre 1989-1991, la sociedad internacional vivió una avalancha de cambios que modificó las certezas de antaño. El proceso de reformas iniciado por Mijail Gorbachov en 1985 hundió las estructuras estatales de Unión de Repúblicas Socialistas Soviéticas (URSS), en lo que Brzezinski llamó la “crisis terminal del comunismo”. Tras setenta años de existencia, en diciembre de 1991, esta superpotencia desapareció. Cómo afirma Hélène Carrère D´ Encausse: “Ese huracán que se llevó sin previo aviso a la URSS y al comunismo fue imprevisto, incluso imprevisible”. Un poco antes, a mediados de 1990, el “desfile de las soberanías” permitió la disgregación progresiva, irreversible e incontrolable de la URSS, revelando el colapso de las estructuras estatales y las fisuras ideológicas del viejo imperio. El poder central se debilitó favoreciendo a las repúblicas y naciones en un contexto de cambios ideológicos e institucionales encadenados. La crisis fue multifacética –económica, social, política, étnica, cultural, etc.- e instaló en el Kremlin la preocupación acerca de la supervivencia del proyecto ideológico, la continuidad del sistema político y el destino del último imperio del siglo XX. Tony Judt habló de “un enorme Estado industrial –una superpotencia militar- (que) se limitó a derrumbarse: su autoridad se agotó, sus instituciones se evaporaron”.
En junio de 1991, Boris Yeltsin se alzó con el triunfo en las primeras elecciones multipartidistas, rompiendo así las certezas ideológicas forjadas en tres cuartos de siglo. Luego, en un referéndum, 15 repúblicas votaron por su conservación, y la firma del Nuevo Tratado de la Unión sentenció una URSS mucho más flexible. El “golpe de Agosto” fue sólo la breve interrupción de un proceso ya irreversible que permitió proyectar un nuevo liderazgo.
El 8 de diciembre de 1991 la URSS como sujeto de derecho internacional y realidad geopolítica se evaporó, trastocando con ello el equilibrio del sistema internacional. Dejó de ser una gran potencia mundial, y según Carrère D´ Encausse “los años que cerraron el terrible siglo XX fueron muy duros para los rusos (…) el fin del imperio, hacer frente a un verdadero cataclismo que sabían irreversible, aceptar con valor e empobrecimiento, la creciente desigualdad, el abandono por parte de un Estado…”.
La bandera roja fue arriada definitivamente del Kremlin y reemplazada por la tricolor de origen zarista. El mundo bipolar de la Guerra Fría había llegado a su fin.
En esos momentos también estuvo la “cuestión alemana”, un caso único de fusión en una década de fisiones. Por eso para George Bush surgió “(…) una nueva asociación de naciones que trasciende la Guerra Fría”, en otras palabras, un “nuevo orden mundial”.
En Chile, cinco semanas antes de la presidencial de 1989 se derrumbó el Muro de Berlín, así que la transición política a la democracia fue la primera en producirse en un mundo en transformación.
Dr. Cristián Medina Valverde
Instituto de Historia
Universidad San Sebastián
FONDECYT N° 1170184