Los jóvenes deben tener la certeza de que abandonar los estudios es parte de un largo proceso de formación en que enfrentarán diversos desafíos.
Cada fin del semestre, para un número no menor de estudiantes se avecinan tiempos de incertidumbre, decepción y temor. Esos son los sentimientos que puede generar la deserción estudiantil. Los jóvenes se sienten frustrados, con pena e incluso vergüenza por el costo que implica abandonar los estudios. Un costo que no solo ellos asumen, sino también sus familias y, en definitiva, el país que por medio de diversas ayudas estudiantiles les facilita su ingreso y permanencia en la educación superior.
Una situación compleja que, no obstante las dificultades del momento, debe servir para rescatar un aprendizaje que sea útil para continuar el camino. Los jóvenes deben tener la certeza de que abandonar los estudios es parte de un largo proceso de formación en que enfrentarán diversos desafíos.
Como país tenemos la obligación de otorgar los medios económicos para que cualquier joven con los méritos académicos pueda cursar con tranquilidad sus estudios superiores.
Para abordar la deserción, un problema que preocupa a las instituciones de educación superior tanto como a las familias, es necesario preguntarse por qué un estudiante abandona su carrera. De acuerdo a investigaciones, los motivos pueden ser problemas económicos, factores académicos y vocacionales y también dificultades para adaptarse a la nueva realidad que conlleva más responsabilidades y mayores niveles de autonomía.
Como país tenemos la obligación de otorgar los medios económicos para que cualquier joven con los méritos académicos pueda cursar con tranquilidad sus estudios superiores. Ya sea con becas, créditos blandos o gratuidad, los estudiantes tienen el derecho a desarrollar su potencial en la educación superior. Esperamos que las modificaciones que traerá la reforma universitaria no impliquen un retroceso en este punto. Necesitamos financiamiento para todos los estudiantes que lo requieran independiente de la institución que hayan escogido.
Respecto de los factores académicos, los profesores e instituciones tenemos un rol relevante que cumplir, pues debemos asumir el desafío de generar aprendizajes significativos en todos los alumnos considerando la diversidad que tenemos en cada aula. No basta que aprendan aquellos que han tenido acceso a los mejores colegios, todos –con sus potencialidades y carencias- pueden acceder al conocimiento. Es un compromiso con la equidad trabajar para que los jóvenes cumplan con éxito su formación universitaria.
Aprender a gestionar el tiempo, trabajar en equipo, dedicar más horas al estudio, dormir y alimentarse de manera más sana son factores que se deben tener en cuenta en un segundo intento.
Pero no basta con el compromiso del Estado y de las instituciones. Los mismos estudiantes y sus familias deben hacer el máximo esfuerzo por sacar la tarea adelante, una labor que se torna más ardua mientras más deficientes han sido los estudios previos. El apoyo constante de los padres es fundamental, un apoyo firme y afectuoso. En tanto, los jóvenes deben analizar qué factores los han hecho fracasar en los estudios para tener en el futuro mejores herramientas para comenzar otra carrera.
Aprender a gestionar el tiempo, trabajar en equipo, dedicar más horas al estudio, dormir y alimentarse de manera más sana son factores que se deben tener en cuenta en un segundo intento. Otra oportunidad que de seguro tendrán, pues del tercio de jóvenes que abandona una carrera en primer año, un 44% reingresa a la educación superior. La clave es que aquellos que han decido desertar deben sacar el máximo aprendizaje de su experiencia para, más adelante, no repetir los errores.
Sergio Castro Alfaro
Vicerrector sede Concepción
Universidad San Sebastián
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