El desafío de tener un país con más niños

En el espacio privado, las mujeres siguen asumiendo la mayoría de las obligaciones y llevando sobre sus hombros una pesada e injusta carga.

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En las últimas décadas nuestro país ha cambiado de manera drástica. Poco queda del Chile de mediados del siglo pasado. Por supuesto que en la mayoría de los ámbitos hemos ido avanzando en el camino que nos transformará en una sociedad desarrollada, en un mejor país para todos, tanto para aquellos que nacimos en esta tierra como para quienes la han elegido para establecer su hogar.

fernando_quirogaNo obstante, hay imágenes típicas del país de antaño que evocamos con nostalgia. Las familias grandes, aquellas con varios hijos y que incorporaban a los abuelos, tíos y sobrinos son postales de un pasado lejano. Hoy lo habitual son los clanes pequeños, con máximo dos hijos e incluso en muchos casos solo uno que no tiene la oportunidad de vivir la complicidad que se da entre los hermanos, de aprender a compartir en la infancia, a solidarizar en la adolescencia, apoyarse en la adultez y acompañarse en los últimos años.

Lamentablemente, en nuestro país cada vez son más frecuentes los hijos únicos y cada vez menos comunes las parejas dispuestas a hacer los esfuerzos económicos y sobre todo personales para construir una familia numerosa.

Aquella percepción tiene respaldo en las cifras. De acuerdo al último Anuario de Estadísticas Vitales publicado por el INE, la tasa global de fecundidad, que es el número promedio de hijos por mujer, descendió de 1,8 a 1,7 entre 2015 y 2016. Esta cifra está por debajo de la tasa de reemplazo, que es el valor que permite asegurar el recambio generacional, el que –según los expertos- es de 2,1 hijos promedio por mujer. En Chile en la década de los 60, esta tasa era de 5,4 y el mismo informe sostiene que entre 1990 y 2005 el número de nacimientos anuales disminuyó en un 25% en nuestro país.

Si pretendemos revertir en parte esta baja tasa de fecundidad, debemos comprender que el cuidado de los hijos, lo que implica mucho más que proveer su mantención y acompañarlos en las celebraciones, es responsabilidad de ambos padres y de la sociedad en su conjunto.

Varios factores explican esta realidad. Un aspecto es la utilización de métodos anticonceptivos, pero también han influido el acceso de las mujeres a los estudios terciarios, su incorporación al mercado laboral y el cambio de prioridades de muchas parejas que hoy se enfocan en el desarrollo personal.

Sin embargo, no podemos desconocer que el escaso avance en la equidad en la distribución de las tareas domésticas y de cuidado genera reticencia a tener hijos en muchas mujeres. A pesar de que ellas han demostrado capacidades de sobra en el ámbito educacional y laboral, desempeñándose a la par con los hombres, en el espacio privado siguen asumiendo la mayoría de las obligaciones y llevando sobre sus hombros una pesada e injusta carga.

Entonces, si pretendemos revertir en parte esta baja tasa de fecundidad, debemos comprender que el cuidado de los hijos, lo que implica mucho más que proveer su mantención y acompañarlos en las celebraciones, es responsabilidad de ambos padres y de la sociedad en su conjunto.

Y es la misma sociedad la que debe acoger a los niños de madres extranjeras, en su mayoría peruanas y bolivianas, que hoy nacen en Chile, cifra que ha aumentado en los últimos años llegando al 5,3% del total de nacimientos ocurridos en el país en 2016 de acuerdo al informe del INE. Ellos, al igual que los hijos de padres chilenos, tienen derecho a vivir en una sociedad inclusiva y que ponga en el centro de las políticas públicas a la persona humana asumiendo que la riqueza de un país son sus habitantes.

Fernando Quiroga Dubournais
Vicerrector sede Concepción
Universidad San Sebastián

Vea la columna en diario El Sur

 

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