“Si bien las proyecciones de crecimiento para el año 2022 son bajas (1,5% al 2,5% según el Banco Central en su último IPOM), anticipar una recesión es muy precipitado”, señala Karin Bravo, directora de Postgrados de la USS.
Ante la inestable situación económica y la incertidumbre política, ha surgido el temor sobre una posible recesión en el país.
Frente a tal escenario, habría que plantear que, si bien las proyecciones de crecimiento para el año 2022 son bajas (1,5% al 2,5% según el Banco Central en su último IPOM), anticipar una recesión es muy precipitado. Técnicamente nos referimos a una recesión económica cuando se tienen dos trimestres consecutivos con una contracción del PIB.
En esta oportunidad, la autoridad posee antecedentes respecto a indicadores macroeconómicos que le permitirán establecer medidas anticíclicas que eviten una recesión o, a lo menos, se podrán aminorar los efectos. Caso distinto fue la pandemia que llegó de un momento a otro no dando posibilidad de medir el estancamiento productivo tanto a nivel nacional como mundial en una primera etapa.
Las positivas cifras que hemos tenido en los últimos meses se deben a la reactivación producto del manejo de la pandemia y a la inyección de recursos por las ayudas estatales y retiros de los fondos previsionales.
Sin embargo, no hemos observado incrementos en la productividad de nuestros factores, ni por el lado del capital, ni por el lado del trabajo, y la demanda interna. Al no tener esos recursos extras, es muy probable que se contraiga en los próximos meses.
Por otro lado, las inversiones se mantienen en modo espera, producto de la incertidumbre general previo al proceso eleccionario que retrasa las decisiones de inversión del empresariado.
En resumen, para el año 2022 debemos esperar un crecimiento bastante bajo una vez que pase este período de bonanza dado por la inyección de recursos a la población, afectando principalmente el consumo.
La inversión se recuperará sólo si las empresas ven condiciones estables en cuanto al rendimiento que puedan obtener en sus inversiones. En ese contexto, el rol del Estado será fundamental en apoyar con políticas públicas idóneas que impulsen el consumo en caso de que el sector privado esté muy débil en este ámbito que es fundamental al momento de medir el PIB desde el lado de la demanda interna.
Karin Bravo Fray
Directora de Postgrados
Universidad San Sebastián