Claudio Bunster tiene una destacada trayectoria. Es director del Centro de Estudios Científicos (CECs) desde su fundación, Premio Nacional de Ciencias Exactas y miembro de la Academia de Ciencias de los Estados Unidos. Además, fue asesor científico del Presidente de la República durante el gobierno de Eduardo Frei Ruiz-Tagle. Durante su gestión se establecieron las Cátedras Presidenciales en Ciencia y la Iniciativa Científica Milenio.
Desde el CECs trabajó tempranamente por vincular activamente a las Fuerzas Armadas en labores científicas, desarrollando expediciones conjuntas con el Ejército, la Armada y la Fuerza Aérea de Chile en las zonas más extremas del país y el continente Antártico.
Junto con su pasión por investigar, también está la de formar nuevos talentos. En su discurso de recepción del Premio Nacional de Ciencias en 1995, Claudio Bunster se refirió al descubrimiento científico como “hacer explícito a través del esfuerzo, el sudor y la angustia humanas, algo que antes estaba sólo implícito en el Universo”. Premiado por sus incisivas contribuciones a la física teórica, puso en ese momento el foco en los jóvenes, “hombres y mujeres dedicados a la misma angustia y trabajo y entre los cuales ya debe encontrarse el que algún día estará aquí”.
Casi cuatro décadas después, el CECs y la Universidad San Sebastián trabajan juntos en el marco de una alianza que busca impulsar la investigación en diversas disciplinas científicas, y en la que la formación desde el pregrado es un aspecto central.
-¿Recuerda cuándo comenzó su interés por la ciencia?
Fue durante la enseñanza media, recuerdo que al principio no sabía bien qué era la física, sólo que me gustaba el nombre. Había algo mágico en la forma en que uno lo pronunciaba. A los 15 años encontré en una librería un libro sobre la teoría de la relatividad, una vez leído, me asombró pensar que cuando veía una hoja de un árbol moverse con el viento, uno estaba realmente observando el pasado, ya que la luz había tardado algún tiempo en viajar desde la hoja hasta el ojo y eso me cautivó. Me pareció que la física era lo mismo que la poesía.
– ¿Cuáles son las principales líneas en las que usted investiga y por qué?
En términos muy generales, diría que me siento inclinado por los extremos, y mucho más cuando éstos interactúan. Me motiva la circunstancia en que, por ejemplo, lo muy grande se encuentra con lo muy chico, como ocurre en la en gravedad cuántica.
– ¿Por qué eligió Valdivia como lugar para trasladar el CECs?
El sentido primordial de fundar el CECs fue unir nuestra pasión por la ciencia con nuestra pasión por Chile, por Chile entero. Después de muchos años trabajando en Santiago, comenzamos a sentir cierta estrechez. Santiago estaba separado de Chile por intermediarios y necesitábamos contacto directo con el país, entonces decidimos buscar un puerto nuevo y zarpamos con rumbo general sur. Esta decisión no fue el resultado de una sesuda “política de descentralización”, fue simplemente la continuación de la búsqueda de Chile. Valdivia fue amor a primera vista.
– ¿Cómo se puede aportar a Chile y el mundo desde este territorio?
Lo inesperado y lo revolucionario ocurre siempre en el margen, en la periferia y desde allí se proyecta hacia el centro.
-¿Qué espera de la alianza con la Universidad San Sebastián?
Con ya casi 40 años dedicados a la investigación científica, navegar junto a una universidad joven y audaz nos alegra y apasiona. Nos permite contribuir a enfrentar los retos de la educación superior. No sólo respecto de la investigación y los postgrados, sino que también, de manera más fundamental, desde la raíz, el pregrado. Pensamos que podemos ser útiles para concebir desde nuestra trayectoria y redes, nuevas alternativas o prototipos que contribuyan a desbloquear las potencialidades de todos sus estudiantes, particularmente de aquellos que no son privilegiados.