Política exterior y las repercusiones del juicio político contra el exmandatario son algunos de los aspectos que deja el cambio en la Presidencia del país.
Luego del receso del Senado y con el cambio de mando en Estados Unidos, el proceso de destitución –impeachment– contra Donald Trump se podría tornar, según expertos, en un juicio político, situación gatillada por los actos de violencia en el Capitolio, que dejó a cinco personas fallecidas.
Como explica el académico de la carrera de Derecho de la Universidad San Sebastián sede Valdivia, Luis Palacios, la acusación “apunta a la afectación de los derechos políticos del Presidente saliente, solicitando su inhabilitación o impedimento para el ejercicio de cualquier cargo público en el futuro”.
“Si bien no tendría sentido su destitución, de ser declarado culpable se podrían afectar sus derechos políticos e impedirle el ejercicio de cualquier cargo público. Adicionalmente, podría verse afectado su estatuto de expresidente y con ello perder la pensión, asignaciones económicas especiales y otros beneficios que se otorgan por esa condición”, explica.
Respecto al cambio de mando, señala que existen varios mensajes. “La sucesión presidencial, en una república democrática, es señal de normalidad institucional. La transición presidencial que se produce en los Estados Unidos, por una parte, reivindica la efectividad de sus mecanismos de protección de la democracia y el Estado de Derecho. Por otra, da cuenta de las tensiones partidistas y sociales que afectan al país”, indica.
Palacios agrega que “la personalidad y discurso del Presidente saliente configuraron un escenario de confrontación expresado claramente en la violenta toma del Capitolio y que además afectó gravemente la confianza de una buena parte del país en sus instituciones. La nueva administración tiene la tarea de recomponer el tejido social y restituir la confianza en las instituciones políticas, las elecciones y la democracia como fórmula de entendimiento y reconocimiento”.
En cuanto a las relaciones comerciales y de seguridad con China y Rusia, el académico prevé que es posible anticipar un retorno a las formas y códigos de la diplomacia. “El presidente Trump fue un líder global difícil e impredecible, centrado en políticas proteccionistas que aislaron a los Estados Unidos. La llegada de Biden a la Casa Blanca no implica una inmediata y sustancial mejora de las relaciones con China y Rusia. Sin embargo, podría atenuar los efectos de la guerra económica con China y reconstituir canales de diálogo con Rusia”, anticipa.
“Hay que tener en cuenta que, durante la campaña, Biden insistió en la promesa de recuperar el liderazgo en la escena internacional. Para ello es fundamental reestablecer antiguas alianzas con los socios europeos y formular políticas destinadas a retomar su influencia en América Latina y el Caribe. Todo este esfuerzo estará mediado por las complejas demandas de un mundo gravemente afectado por la pandemia y los nuevos desafíos para la seguridad”, advierte.
Respecto al restablecimiento de las confianzas, Palacios apunta que, “se espera que Biden replique la vocación de diálogo de la administración Obama. Sin embargo, no será suficiente para recomponer las relaciones con los socios de la Unión Europea y la OTAN”. Ahora, “se estima que la administración Biden insista en exigir un mayor compromiso financiero de Europa en seguridad y defensa. Es probable que los Estados Unidos realice algunas concesiones en esta materia a cambio de unificar posturas frente al avance comercial chino y la expansión territorial rusa”, remarca.
El abogado expone que, “desde hace mucho América Latina y el Caribe no es una prioridad de la política exterior de los Estados Unidos. Excepcionalmente, primero Cuba y luego Venezuela, tendrán la atención del Departamento de Estado. En el caso cubano es posible que se retome el proceso diplomático de normalización iniciado por Obama. Sobre Venezuela, se estima serán revisados los esquemas de presión instaurados por la administración Trump y se estimulen mecanismos de negociación entre actores políticos internos”. Mientras que “Chile es un socio global confiable para los Estados Unidos. Durante el mandato de Trump no hubo ningún cambio en ese sentido. Seguramente, la política exterior norteamericana seguirá muy de cerca el proceso constituyente y mirará con recelo las relaciones con China. Otro ámbito de potencial interés para Chile está en el eventual retorno de los Estados Unidos al TPP 11, así como el posible reimpulso de nuevos mecanismos de acercamiento político y comercial”, concluye.