Buenos profesionales, buenas personas

Las universidades debemos cautelar que los egresados se comprometan con el país y con la ciudad en que les corresponda desempeñarse.

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Formar a profesionales de excelencia es tan solo uno de los objetivos de las universidades. Lograr que los egresados tengan una formación disciplinar de alto nivel y que además adquieran competencias sociales y emocionales que les permitan integrarse a equipos de trabajo multidisciplinarios, resulta imprescindible para las instituciones de Educación Superior en la actualidad.

fernando-quirogaAsimismo, las casas de estudios superiores tenemos el deber de preparar a los estudiantes para que se adapten a un mercado laboral cambiante en que en las próximas décadas desaparecerán muchos de los actuales empleos y surgirán otras necesidades producto de la cuarta revolución tecnológica. Los profesionales hoy en formación, deben asumir que el estudio y la capacitación serán una exigencia permanente cuando les corresponda ejercer.

Es por ello que en su etapa de pregrado deben adquirir las herramientas para continuar mejorando sus aprendizajes y logrando nuevos conocimientos para desenvolverse en el campo laboral.

Los profesionales hoy en formación, deben asumir que el estudio y la capacitación serán una exigencia permanente cuando les corresponda ejercer.

Pero, ¿es suficiente aquello? Lograr buenos profesionales es el objetivo básico para las universidades, pero no el fin último. Una vez conseguido este cometido no podemos considerar que la labor esté cumplida. Las instituciones de educación superior también debemos cautelar que los egresados se comprometan con el país y con la ciudad en que les corresponda desempeñarse. Debemos empeñarnos en fomentar el espíritu cívico en los estudiantes para que se transformen en ciudadanos activos y preocupados del devenir de la nación.

Entonces, además de buenos profesionales, de las aulas universitarias deben egresar buenos ciudadanos que contribuyan al progreso del país con una mirada crítica y a la vez constructiva; jóvenes con un genuino interés por la sociedad en que viven y conocedores de la realidad social, económica, cultural y política de su país; personas que no sean indiferentes frente a los problemas sociales de sus comunidades.

Nos parece imprescindible dedicar esfuerzos a formar a personas íntegras, generosas, que actúen siempre guiadas por los principios éticos y para quienes el éxito profesional no sea su único fin en la vida.

Ambos objetivos son complejos sobre todo para las instituciones que hemos asumido la tarea de educar a jóvenes provenientes de diversos segmentos de la sociedad. Jóvenes que algunas veces llegan a la universidad con déficits en su formación debido a la falta de acceso a una educación de calidad en la enseñanza básica y media y en ocasiones con escaso interés por involucrarse en los grandes temas del país. Sin embargo, en nuestro caso, nos hemos comprometido con estos objetivos y hemos sumado un tercero: formar a buenas personas.

En estos tiempos complejos, en que abundan la competencia, el individualismo, la falta de compromiso, el materialismo, el relativismo moral y en otros casos el vacío existencial, nos parece imprescindible dedicar esfuerzos a formar a personas íntegras, generosas, que actúen siempre guiadas por los principios éticos y para quienes el éxito profesional no sea su único fin en la vida. Si bien sabemos que en esta tarea la responsabilidad primera e ineludible le corresponde a la familia, no renunciamos al tremendo desafío de contribuir a formar a buenas personas.

No nos cabe duda de que un buen profesional solo surge de un ser humano que es capaz de discernir con claridad entre el bien y el mal. Estos desafíos los enfrentamos inspirados en el humanismo cristiano, que nos otorga el sustento valórico para abordar tan ardua tarea.

Fernando Quiroga Dubournais
Vicerrector sede Concepción
Universidad San Sebastián

Vea la columna en diario El Sur

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