Esta nueva etapa da comienzo a una experiencia enfocada en el respeto y la aceptación, por lo que los ritos de iniciación deben ser respetuosos e inclusivos.
Sabemos que entrar a la Universidad es uno de los fenómenos más críticos en el desarrollo de nuestros estudiantes. En esta etapa se ponen a jugar diversos factores que determinan su futuro quehacer académico tales como sus motivaciones, cambios psicosocioculturales, proyecciones y sueños que sin querer, hacen que esta etapa sea de agudas transformaciones.
Bien es sabido que el inicio dentro de la educación terciaria debe ser una transición natural como parte de la dinámica cultural y no un rito de iniciación que propenda a enlodar una transformación vital para el desarrollo humano en experiencias aberrantes y discriminatorias, que sabemos generan interferencia y que pueden llevar hasta a la deserción y traumas que quiebren el bienestar general del individuo.
Por ello, es necesario comprender cómo influyen las bienvenidas estudiantiles y/o ritos de iniciación de una forma crítica y criteriosa para dar comienzo a una nueva etapa enfocada en el respeto y la aceptación, variables -por lo demás- necesarias para el desarrollo del sentido de pertenencia del estudiante con su alma máter.
Las iniciaciones juegan un papel decisivo, ya que actuaría como dispositivo que marca y determina los diferentes estados del individuo en su existencia social, y con ello configurar la conciencia social propia del sujeto.
Así pues, encontramos tres aspectos fundamentales, el primero es desarraigarse de las experiencias anteriores tales como la vida escolar, el control de los padres y los diversos locus de control externos que el adolescente arrastra consigo desde la infancia. El segundo, que abarca el cambio mismo, es un intermedio entre el momento inicial con el nuevo contexto, donde se tiende a experimentar alto grado de ansiedad e inseguridades propias de la incertidumbre académica y social. Y finalmente el rito de iniciación donde nuestro estudiante se ve incluido a una nueva dinámica social, sintiéndose parte de un nuevo rol en un determinado grupo de influencia.
Entendiendo eso, las iniciaciones juegan un papel decisivo ya que actuaría como dispositivo que marca y determina los diferentes estados del individuo en su existencia social, y con ello configurar la conciencia social propia del sujeto.
Por ello cobra especial relevancia la bienvenida “en buena onda” dentro de los escenarios académicos, esos ritos marcados por el compañerismo, la sana competencia, actividades de desarrollo valórico que vayan generando un sello y no una amenaza frente a una de las mejores experiencias del ser humano, que significan disfrutar del aprendizaje autónomo, descubrir talentos, y transparentar la vocación que los mantendrá ecuánimes y persistentes.
Ana Carolina Hernández
Coordinadora de Bienestar Estudiantil
Universidad San Sebastián, sede Valdivia
Vea la columna en diario Austral de Valdivia