Investigadores estudiaron a 18 países de la OECD durante 50 años, intentando determinar el efecto de una rebaja significativa en los impuestos marginales en el crecimiento, el desempleo y la desigualdad, concluyendo que hubo un aumento en este último indicador.
Leyendo el libro de Paul Krugman “Arguing with Zombies: Economics, Politics, and the Fight for a Better Future” que se traduce “Discutiendo con Zombies: Economía, Política y la pelea por un futuro mejor”, nos encontramos con la idea de estos zombies “ideas económicas obsoletas” que, por alguna razón, persisten culturalmente a pesar de que los datos no logran confirmarlas.
En particular hay una idea que persiste en varios conglomerados políticos que es el chorreo. La historia del chorreo (conocido en inglés como “Trickle-down”) es la noción de que bajar los impuestos marginales genera incentivos alineados con un mayor crecimiento y, por ende, un menor desempleo.
El impuesto marginal hay que entenderlo como aquel que se paga por el último peso ganado. No todos pagamos los mismos impuestos. Si se encuentra en el rango de ingresos más bajos (en Chile, si su sueldo mensual bruto varía entre $0 y $688.891,50), su último peso ganado paga cero impuestos.
Dependiendo del rango de ingresos, se nos cobra una cantidad de impuestos mayor. Esto se denomina impuestos progresivos: si una persona gana más, paga más. El último peldaño en la escala de ingresos (en Chile, si su sueldo mensual bruto es de $15.818.990,00 o más) recibe una cobranza con un factor de 0,4. Esto no significa que paga un impuesto de 40% sobre todo su ingreso, sino que paga 0,4 de la diferencia entre su sueldo y $15.818.990,00. Si el sueldo bruto mensual de una persona es de $16.818.990,00 (un millón por sobre el límite inferior del último escalón), se le cobra un 0,4 del millón, es decir 400.000. No paga nada por sus primeros $688.891,50, luego paga un factor de 0,04 y así por cada escalón, pagando un impuesto efectivo de 28,22%. Su último peso pagó un 40% de impuestos. Esto es el impuesto marginal y lo pagan las personas con un sueldo mensual por sobre los $15.818.990,00, es decir, los más ricos.
Si el PIB (Producto Interno Bruto) del país aumenta lo suficiente, el volumen de la recaudación fiscal compensaría la baja en la tasa impositiva, y el recorte se terminaría financiando solo.
La política de bajar los impuestos marginales se popularizó en la presidencia de Ronald Regan en Estados Unidos, con dos recortes significativos a los impuestos que pagan los más ricos, uno en 1982 y el otro en 1986/1987. Si el PIB (Producto Interno Bruto) del país aumenta lo suficiente, el volumen de la recaudación fiscal compensaría la baja en la tasa impositiva, y el recorte se terminaría financiando solo.
La idea de que estos recortes se pagan por sí mismos es aún popular en Estados Unidos y en otros países políticamente similares. Estas ideas han mostrado persistencia, a pesar de que la evidencia en datos pareciera indicar lo contrario. Sin embargo, medir la efectividad de esta política con datos es complicado, debido a que no se tienen datos experimentales, sino que solo se cuenta con datos observacionales. Los datos experimentales, tal como lo dice su nombre, son datos de laboratorio, donde no intervienen otros factores externos a lo que se quiere medir. En la práctica, esto implicaría tomar un montón de países, aplicar la política a un grupo aleatorio de éstos y al resto no aplicársela. Luego medir las variables de interés (en nuestro caso, desigualdad, crecimiento y desempleo) y determinar el efecto de la política. Lo anterior es imposible.
Las políticas económicas no son determinadas aleatoriamente, sino que, por factores como el clima político de cada país, sus relaciones con otros países y un montón de otros factores. La aplicación de estas políticas son datos observacionales (contaminados por factores externos) y, por ende, obtener conclusiones de causa y efecto es complicado.
Un ejemplo de lo anterior es determinar el efecto en el crecimiento de la inmigración en un país. Se desea determinar si una mayor inmigración (la causa) genera un efecto positivo o negativo en el crecimiento (el efecto). Al ser datos observacionales, al medir los efectos con técnicas estadísticas comunes, no se tiene claro cuál es la causa y cuál es el efecto. De hecho, si se encuentra un efecto positivo, puede ser que se esté midiendo al revés: la causa es el crecimiento y el efecto es la inmigración, o dicho en términos más sencillos, la gente de otros países viene hacia acá por el mayor crecimiento de este país. Entonces no se sabe bien cuál causa y efecto que se están midiendo.
Las políticas económicas no son determinadas aleatoriamente, sino que, por factores como el clima político de cada país, sus relaciones con otros países y un montón de otros factores.
En el caso de la política de bajar los impuestos marginales ocurren problemas similares más difíciles de explicar y, por ende, evidenciar el efecto de esta es difícil. Este año se consolidó una técnica estadística (Imai, Kim & Wang, 2020) que logra obtener el efecto causal (la causa y efecto que se desea).
Cabe mencionar que, al utilizar estas técnicas, se hace una serie de supuestos. Lo anterior quiere decir que hay técnicas estadísticas que sirven en algunos casos y en otros no. Ninguna es infalible. Utilizando esta técnica, los autores David Hope y Julian Limberg (economistas de la London School of Economics and Political Science) estudiaron a 18 países de la OECD durante 50 años, intentando determinar el efecto de una rebaja significativa (tienen una definición técnica de que es una rebaja significativa) en los impuestos marginales en la desigualdad, el crecimiento y el desempleo.
Las conclusiones son que las rebajas significativas a los impuestos marginales no tienen efectos sobre el crecimiento ni el desempleo. Por otro lado, estas rebajas tienen un efecto significativo en la desigualdad del ingreso en los países, aumentándola.
Lo anterior no es un diagnóstico sobre el caso contrario: las subidas significativas del impuesto marginal y sus efectos. Las conclusiones son solo sobre las bajas significativas. Estas son claras: el chorreo o trickle-down parece no cumplir sus promesas. Uno espera que con las armas de la estadística podamos romper y dejar descansar en paz a estos zombies, como relata Krugman, pero el problema es la persistencia de estas ideas en las distintas sociedades. ¿Cómo podemos lograr romper con estas ideas? Lo anterior requiere un liderazgo transparente de quienes nos gobiernan y quienes nos educan.
Gonzalo Chávez Cerda
Académico de Ingeniería Comercial
Universidad San Sebastián