Es una más de las temáticas que hoy afligen a los establecimientos educativos, pero no el único. Junto con el ausentismo escolar, un débil plan de reactivación educativa, violencia en las aulas y bajos sueldos de docentes, la autoridad docente se está transformando en un nuevo desafío al que el sistema educacional debe dar respuesta. Si bien hace décadas un profesor representaba progreso, modernidad y erudición, hoy menos de un 1% vincula la palabra autoridad al rol del profesor.
Las cifras son dramáticas: de acuerdo con la Unesco, un 67% de los profesores indica que la conducta más frecuente en los estudiantes es rechazar sus solicitudes y faltarles el respeto. Además, 63% tiene problemas para impartir clases porque no puede controlar los comportamientos de los estudiantes.
La escuela es una expresión de lo que acontece en la sociedad, por lo que acoge las dificultades, conflictos, violencia y pérdida de confianza en el otro, pero también en las propias instituciones democráticas. Todos los días evidenciamos situaciones de violencia que desafían o simplemente desconocen la autoridad al interior de las escuelas. La violencia se ha instalado en los patios, salas, pero también en las redes sociales que nos llevan a una dimensión distinta como el ciberbullying, la exposición pública a amplias masas que disfrutan desde el anonimato detrás de una pantalla en que se expone a sus víctimas.
La centralidad que se le ha otorgado a la política pública educativa desde los años 90 en términos de calidad, equidad y condiciones de ejercicio docente, pero en ninguno de los discursos o prioridades ha estado la autoridad docente.
Como país hemos fallado en dotar de prestigio y autoridad a nuestros docentes. Existen consideraciones que son relevantes al momento de elegir una profesión porque la hacen atractiva como son los salarios. En el caso de los docentes fluctúan entre los U$29.505 y 31.567 en Chile a diferencia de los U$ 20.707 y 51.749 en los países OCDE. De esta forma, a nivel mundial en promedio el sueldo máximo fluctúa entre un 86% a un 91% desde el inicio de su carrera. En Chile, es de un 165 a 167% más que el mínimo.
En Chile la jornada laboral es un 90% superior que en los países OCDE. El tiempo de preparación de clases es menor en Chile un 49% frente al 56% de la OCDE. Chile es el sexto (de 66) en que los estudiantes perciben más desorden en las clases, de acuerdo a la prueba PISA.
Hemos realizado una tremenda inversión como país en educación con un presupuesto de U$1.800 millones en el Gobierno del presidente Aylwin a U$27.000 con la presidenta Bachelet. Sin embargo, estos recursos no se han traducido en la inversión más importante que son las personas y entre los profesores. Ellos son el corazón de la educación y vemos que las vocaciones han decaído; diversos estudios hablan de un déficit docente al 2025 de más de 26 docentes. La caída en el número de estudiantes en pedagogía ha sido a la baja desde 2011 con más de 92 mil estudiantes al año 2023 con 59 mil.
Con esperanza, vemos que este año 2023 hubo un aumento en el número de estudiantes matriculados en las carreras de pedagogía en un 30,4% (SIES) respecto al año anterior. Sin embargo, esto se produce fundamentalmente por la fijación del puntaje en 502 y no se aumentó como estaba previsto.
Esta situación nos tiene que hacer reflexionar porque hemos establecido una política pública llena de regulaciones y evaluaciones, pero no hemos sido capaces de hacerla atractiva y competitiva para que efectivamente sea selectiva por su prestigio y eso solo lo lograremos con autoridad docente.
Si no miramos la política pública e incidimos en ella, nos quedamos en la reflexión académica. Es el momento de dotar a los maestros y maestras de instrumentos que no solo prestigien su labor, sino que le entreguen seguridad y confianza; que su autoridad está en el conocimiento, en la relación con sus estudiantes, pero sobre todo en la institucionalidad de su poder.
Ana Luz Durán
Decana Facultad de Educación
Universidad San Sebastián