Quien sufre esta enfermedad neurodegenerativa va perdiendo distintas capacidades, desde la memoria, hasta la de reconocer los espacios y a personas que viven en su propio domicilio. Adaptar el entorno es fundamental para su cuidado.
El desgaste progresivo de las capacidades de una persona que padece Alzheimer es una de las características de esta enfermedad: empieza con problemas de memoria y pérdida de la atención y alteraciones de la función ejecutiva “como tomar decisiones”, explica el especialista en geriatría y académico de la carrera de Terapia Ocupacional de la Universidad San Sebastián (USS), Eduardo Gatica.
El docente señala que en esas etapas se debe comenzar a estimular la memoria con el uso de cuadernos y calendarios, “porque ya hay confusión temporal espacial”. Otros aspectos que hay que considerar es la afasia, que es la incapacidad para expresarse y entender el lenguaje; y la apraxia, que dificultad para lograr un objetivo como el de vestirse, “porque se saltan pasos, por ejemplo, se colocan el chaleco antes de la camisa” y casi al final se presenta la agnosia, “que es cuando el paciente ya no reconoce a las personas y cosas del entorno cercano”, dice Gatica.
Conforme avanza la enfermedad se deben poner en marcha cambios que deben ser diseñados según las características de cada paciente y que van evolucionando junto con su enfermedad apunta el académico USS:
El principal factor de riesgo para la aparición del Alzheimer es el envejecimiento, y en menor medida (18% de los casos) condiciones genéticas. Sea cual sea la causa, desarrollar esta enfermedad neurodegenerativa va invalidando a la persona y afectando su entorno inmediato, por eso “el cuidador también debe prepararse”, dice la docente de Psicología de la U. San Sebastián, Nicole Chaigneau.
“Lo primero es informarse lo más posible acerca de la enfermedad y sus tratamientos. Aclarar las dudas disipa los temores y permite una mayor sensación de control, cuando se sabe qué es lo que tendrán que ir enfrentando a medida que pasa el tiempo. La incertidumbre aumenta la sensación de descontrol y de temor”, explica la profesional.
Lo segundo, agrega, “es buscar redes de apoyo dentro y fuera de la familia, lo que puede implicar contactarse con una agrupación o con otras personas que estén viviendo el proceso o lo hayan vivido previamente. Y en seguida, planificar acciones concretas que permitan mantener lo más adecuadamente posible la calidad de vida del enfermo y de sus familiares cercanos”.
La académica USS concluye que “es fundamental trabajar la paciencia y la tolerancia porque la enfermedad del Alzheimer, generalmente conlleva períodos de gran irritabilidad y, las personas a su alrededor pueden confundirse frente a todos los cambios de su ser querido enfermo, reaccionando desde la rabia o la tristeza”.