El historiador Sergio Villalobos Rivera nació en Angol el 19 de abril de 1930, siendo el menor de los tres hijos del matrimonio constituido por Juan Villalobos y Margarita Rivera. Su infancia transcurrió en La Serena, a donde la familia se traslada acompañando al padre, quien desempeñaba labores como ingeniero para la empresa de Ferrocarriles del Estado. Es en esta ciudad cerca del mar que Sergio Villalobos Rivera, junto a sus hermanos Hernán y Gabriela disfrutaron de sus primeros juegos y travesuras. A pesar de la distancia, su ciudad natal de Angol siempre estuvo presente. Cada verano, los Villalobos Rivera viajaban en tren rumbo al sur a disfrutar de una extensa estadía estival.
El año 1943, producto del ascenso laboral del padre, la familia se desplazó a Santiago, donde residió en un departamento en la tercera cuadra de la calle San Ignacio. La estrechez del espacio físico para una familia acostumbrada a vivir en la amplitud de una casa, propició en un adolescente Sergio Villalobos Rivera el descubrimiento de la lectura y la música clásica, dos prácticas que lo han acompañado toda la vida.
Fue matriculado junto a su hermano Hernán en el Instituto Nacional donde compartió las aulas con nombres que resonarían en la historia nacional, como Francisco Cumplido, León Schidlowski, Orlando Letelier y Eduardo Martínez Bonati, entre otros. De su paso por el Instituto, el historiador recuerda la calidad de sus profesores, las lecturas del Mío Cid y la Araucana, el estudio de idiomas, las clases de dibujo y canto, la naciente fascinación por la historia, y no sin humor, una breve carrera como basquetbolista la cual no daría los frutos que algunos esperaban.
Es por esta época que Villalobos descubrió las hoy cada vez menos conocidas “librerías de viejo” de calle San Diego, en el centro de Santiago, a las cuales acudía una vez terminada la jornada escolar, antes de regresar a casa. Por esos años daría inicio a la construcción de su legendaria biblioteca con el libro; Historia Militar de la Guerra del Pacífico, de Wilhelm Ekdahl y que seguiría con la adquisición de los clásicos de Benjamín Vicuña Mackenna y Miguel Luis Amunátegui.
Su excesiva preocupación por la historia y el desgano por las matemáticas y toda asignatura que tuviese números lo llevaron a reprobar el cuarto año de humanidades, lo que significó concluir su enseñanza secundaria en el Colegio San Pedro Nolasco.
Venciendo la opinión de sus padres que esperaban que su hijo se desempeñara como arquitecto o abogado, y a sus propias dudas, se matriculó a inicios de 1950 en el Instituto Pedagógico de la Universidad de Chile en la carrera de Pedagogía en Historia y Geografía, donde enseñaban profesores de la talla de Ricardo Donoso, Eugenio Pereira Salas, Juan Gómez Millas, y los jóvenes Mario Góngora, Hernán Ramírez Necochea, Genaro Godoy, Ricardo Krebs y Néstor Meza. Pero sin duda sería la influencia de Guillermo Feliú Cruz la que marcaría su destino. A pesar de llegar ligeramente atrasado a la primera clase del curso de Historia de Chile, Villalobos se las arregló para captar la atención del maestro, quien durante la segunda sesión puso a prueba sus conocimientos. El joven estudiante salió airoso al contestar correctamente. En palabras del mismo Villalobos: “desde ese momento, don Guillermo me abrió las puertas de su saber y su bondad, en un vínculo que no concluyó hasta su fallecimiento”.
En efecto, compartieron la cátedra de Historia de Chile, Feliú Cruz como profesor titular y Sergio Villalobos como ayudante ad honorem. De esta manera, don Guillermo ocuparía el sitial del maestro mientras que su gran inspiración al momento de escribir sería el autor de la Historia General de Chile, del historiador don Diego Barros Arana, por la dimensión de su mirada, una visión amplia que abarca todos los aspectos y puede, en consecuencia, captar el cuadro completo.
Inauguraba su vasta trayectoria académica y su profusa obra con un pequeño librito titulado Medina. Su vida y obra, publicado en 1952. Para concluir sus estudios superiores y optar al título de profesor de Estado de Historia, Geografía y Educación Cívica, presentó en 1956 una memoria que daría vida a uno de sus libros más reconocidos a nivel nacional como internacional: Tradición y Reforma en 1810. Continuó ligado a la Casa de Bello desempeñándose como docente de la cátedra de Historia de América en la Escuela de Periodismo de la sede de Valparaíso. Mediante concurso público de antecedentes, alcanzó en 1963 la categoría de profesor titular para la cátedra de Historia de Chile en la sede de Playa Ancha, nombramiento que lo designaba como miembro de la Facultad de Filosofía y Educación. Cinco años después asumiría como titular de la cátedra de Feliú Cruz en la sede de Santiago, impartiendo docencia en el Departamento de Ciencias Históricas de la Universidad de Chile hasta el año 2013.
A eso de los treinta y cinco años, más tarde que temprano, Villalobos contrajo matrimonio con Adela Buscaglia Cereghino, en circunstancias muy especiales, debido a una invitación como visiting professor de la Universidad de California. A los tres días de casados emprendían viaje a Estados Unidos para cumplir con los compromisos previamente establecidos. En años posteriores, se ampliaría la familia con el nacimiento de sus dos hijos: Gonzalo y Mariana, y más recientemente con su nieta María Fernanda.
En 1970 se integró al Instituto de Historia de la Pontificia Universidad Católica de Chile, específicamente al Departamento de Historia de América y Chile, permaneciendo en esa institución hasta el año 2003 cuando fue distinguido como Profesor Emérito. Se ha desempeñado también como académico titular en el Instituto Blas Cañas, la Universidad Andrés Bello, la Universidad Bernardo O´Higgins y actualmente en nuestra Casa de Estudios. A nivel internacional ha realizado docencia e investigación en diversas instituciones, entre las cuales se destacan: Instituto Panamericano de Geografía e Historia (organismo de la OEA), Universidad de California (UCLA), Universidad de Berkeley, Universidad de Londres, Universidad de Liverpool, Universidad de Oxford y la Universidad de Cambridge que le otorgaría en 1971 el grado de Master of Arts.
En su estadía como Professor en Cambridge, redactó el ensayo Para una Meditación de la Conquista, basada en los recuerdos de investigaciones de antaño, en palabras del historiador: “me propuse escribir para todo público y con un sentido poético, de modo que el tono resultase ligero, aunque filtrando ideas interpretativas. Fue una tarea hermosa, sin otra distracción que levantarme de vez en cuando a contemplar por el gran ventanal de mi oficina…los jardines de los backs y la verde campiña de colinas bajo nubes pasajeras”.
Su producción historiográfica ha sido influenciada por la Escuela Francesa de los Anales cuya perspectiva analítica propone una visión de la historia de los grandes procesos, sin embargo, su interpretación, originalidad y rigor en el uso del método histórico, han colaborado a una nueva visión de la historia de nuestro país sin tecnicismos intrincados y una redacción amable. Desde su primera publicación hasta las más recientes, como Las Guerras de Chile y Perú y Bolivia un Vecino Molesto, Sergio Villalobos Rivera ha producido cuarenta libros y un centenar de artículos, generando grandes debates, particularmente con temáticas relativas a la Guerra del Pacífico y la Araucanía.
Cabe mencionar que el profesor Villalobos ha cumplido funciones públicas relevantes, destacando su papel como Director de la Dirección de Bibliotecas, Archivos y Museos (DIBAM) y la Dirección de la Biblioteca Nacional entre 1990 y 1992 durante el gobierno de Patricio Aylwin. Desde ese cargo se empeñó en modernizar el funcionamiento de la institución actualizando el material bibliográfico, aumentando el presupuesto para la adquisición de títulos y organizando diversas actividades culturales en las dependencias. Como un desafío personal impulsó la publicación de la revista Mapocho y fomento el desarrollo del Centro de Investigaciones Barros Arana como un espacio de creación y difusión del conocimiento histórico.
Con su vasta trayectoria académica, Sergio Villalobos Rivera se ha transformado en un referente de la historiografía contemporánea chilena. Hecho reconocido en el año 1992 cuando recibe el Premio Nacional de Historia.