Instituto de Filosofía

Laboriosidad y trabajo bien hecho

Imaginemos por un momento al gran artista italiano Miguel Ángel en su taller, terminando una de sus obras maestras: por ejemplo, el David. Imaginemos que le está dando los últimos toques y, cuando por fin la ha terminado, da un par de pasos hacia atrás para contemplar la obra que ha hecho. ¡Cómo habrá sido esa sensación! habrá sentido probablemente una tremenda alegría y emoción de que algo tan bello, tan bien hecho, haya salido de sus manos. Se dice que cuando finalizó su escultura del Moisés, le dio un martillazo en la rodilla preguntándole “¡por qué no hablas!”.

Todos en mayor o menor medida hemos sentido algo de esa satisfacción en el logro de un trabajo, especialmente si ha costado muchas horas de esfuerzo. Cuando hemos puesto entusiasmo, creatividad y corazón en la labor que hemos realizado, contemplamos nuestra obra una vez culminada y luego disfrutamos de un descanso satisfecho. Probablemente nos nacerá espontáneamente compartir el fruto de nuestro trabajo con los demás (lo bueno tiende a difundirse decían los filósofos medievales). Estas experiencias nos revelan que el trabajo no tiene por qué considerarse una condena ni una carga insoportable, sino un medio en el que podemos experimentar una gran realización personal al conseguir haber hecho algo bien. Algo que pueda ser un aporte a los demás, algo útil, o bello, o interesante, o todo eso a la vez.

Por otro lado, también recordemos el gusto que nos da el encontrarnos con cosas bien hechas. Una simple silla de madera en la que de gusto sentarse, cómoda y firme, un sándwich bien preparado, una gestión financiera hecha meticulosamente y con seriedad, una cirugía bien planificada y ejecutada, una sinfonía que se disfruta. Todo esto debe agradecerse como fruto de largo tiempo de trabajo y estudio de una cadena de personas. Y si una sociedad va consiguiendo, fruto del esfuerzo de muchos, varios de estos logros, y estos se comparten, tenemos indicios claros de que se está alcanzando un bien común y un progreso social.

Por eso nuestra Universidad, como lugar de preparación de futuros profesionales, tiene como uno de sus valores fundamentales la virtud de la laboriosidad y el aprecio por el trabajo bien hecho. Porque reconocemos que en el profesionalismo, seriedad y rigurosidad con que todos hagamos nuestro trabajo, dependerá que alcancemos el bien común y el progreso (como país y como humanidad). Pero también porque experimentamos que hacer bien nuestro trabajo nos hace bien a nosotros mismos: nos hace más fuertes, más generosos, más maduros, y más vitales. Y, al contrario, sentiríamos un gran tedio si nos dejáramos llevar por la pereza o por la mediocridad, privándonos del contento de obtener el fruto óptimo de nuestra labor. Nos daríamos cuenta con amargura, que hemos desaprovechado nuestras capacidades y talentos, y que nos hemos perdido de llegar a saber de qué éramos capaces. La flojera es como una pesada cadena que lo hace todo cuesta arriba y que, cuando se convierte en vicio, llega a impedir animarse a hacer incluso lo que gusta, como, por ejemplo, panoramas entretenidos con los amigos, porque hasta eso se ve como un “esfuerzo”. Mientras más nos dejáramos llevar por la comodidad y el resignarnos al mínimo esfuerzo, al final menos motivación tendríamos para todo. Pero, al contrario, si adquirimos la virtud de la laboriosidad, mediante la reiteración constante del cumplimiento diario de nuestros deberes, ese deber deja de ser tedioso, y empezamos a disfrutarlo con entusiasmo y alegría. Y cuando el trabajo se hace así, de buena gana y no solamente por cumplir, luego se aspira a grandes logros, a avanzar, a superarse e ir más allá, como lo haría, por ejemplo, un deportista de alto rendimiento. Para esto es fundamental encontrar, como parte de la búsqueda de la propia identidad, la vocación profesional, que será aquello que más nos apasionará y en la que encontraremos nuestra misión y nuestro sentido. Podemos preguntarnos entonces ¿qué es lo que mejor podría hacer yo por los demás? ¿cuál será mi aporte a la humanidad?

La laboriosidad del estudiante es precisamente su estudiosidad, virtud mediante la cual, de manera perseverante y ordenada, estudia sus materias a fondo y sin conformismos. El alumno estudioso sabe que de la seriedad que ponga hoy, depende su profesionalismo de mañana. Y no por razones egoístas, sino por percibir con claridad su responsabilidad social. De igual modo la laboriosidad del profesor consistirá en mantenerse estudiando para estar al día en lo más avanzado de su área, preparar prolijamente sus clases y asesorar continuamente a sus alumnos. El docente debe contagiar un “enamoramiento” por su materia. Y así, como la Universidad es una comunidad de personas, el trabajo de cada uno redunda en el bien de todos. Tenemos una misión común cuyo éxito depende de la colaboración de todos los miembros: directivos, administrativos, académicos, estudiantes, personal de aseo, seguridad, informática, alimentación, etc. Todos esos trabajos son importantes y deben ser igualmente valorados y respetados, y, si cada uno de nosotros lo hace bien, entonces juntos logramos un buen ambiente laboral y ser una muy buena universidad.

Este llegar a ser una muy buena universidad no lo hacemos por un afán vanidoso de destacar. Lo hacemos porque del éxito de nuestra labor depende también un gran aporte al país y al mundo. Lo hacemos porque de aquí saldrán muchas de las soluciones a los problemas mundiales. Todos debemos sentir, por tanto, que nuestro trabajo es importantísimo. Si tenemos esto claro, podremos afrontar el cansancio y las dificultades que inevitablemente vendrán. Y nuestra labor no será repetitiva ni mecánica (no somos engranajes), sino siempre aportando ideas, ingenio, creatividad y corazón. Así el trabajo se asemejará a la pasión del artista de la que hablamos al principio. ¡Las máquinas no trabajan!; carecen de la calidez y libertad de la persona humana que pone toda su inteligencia y voluntad. Y, ojalá, también una sonrisa.

Roberto Marconi Juárez
Académico Instituto de Filosofía sede Valdivia
Universidad San Sebastián

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