La comuna de Santa Juana queda en el Valle de Catirai, en la ribera sur del Biobío y su actividad económica se sustenta principalmente en la agricultura y ganadería. Esta localidad de poco más de 13 mil habitantes fue una de las más afectadas por los incendios de febrero de 2023, cuando las llamas la atacaron sin piedad, dejando una indeleble huella en sus habitantes.
Por supuesto, los testimonios de la catástrofe en el territorio aún están presentes; pero hay otra gran huella que no es perceptible al ojo humano y que dice relación con la salud mental de los afectados, sobre todo en los grupos más vulnerables, como las personas mayores y los niños, en especial en las comunidades rurales de Colico Alto y Colico Bajo, ubicadas en la cordillera de Nahuelbuta.
Ahí, la situación de catástrofe profundizó aún más el impacto en la salud mental, la convivencia y las brechas en el aprendizaje de los niños y niñas que asisten a establecimientos educacionales de esta zona, que ya se habían visto impactados por la prolongada pandemia por COVID-19.
Precisamente para identificar las principales necesidades pedagógicas, socioemocionales y de convivencia entre los integrantes de las comunidades educativas, a través de un proceso diagnóstico orientado a fortalecer el desarrollo integral, la autonomía y la gestión educativa de los niños y niñas, es que surgió el Proyecto de Vinculación con el Medio (VcM) Programa de apoyo integral a las necesidades socioemocionales y pedagógicas de las comunidades educativas de Colico Alto y Colico Bajo, iniciativa liderada por la carrera de Fonoaudiología de la Universidad San Sebastián, sede Concepción, en colaboración con egresados de Pedagogía en Educación Diferencial, Trabajo Social, Psicología y Terapia Ocupacional, a través del Desafío Levantemos Chile con financiamiento del Banco de Chile.
Esta propuesta, con una duración de 10 meses, fue liderada por el académico de la carrera de Fonoaudiología, Ricardo Villagra, quien explica que “el proyecto se desarrolló en tres etapas. La primera se centró en diagnosticar la situación de la comunidad, abarcando tanto el nivel educativo y de desarrollo integral de los niños, como el ámbito psicosocial, identificando necesidades en salud mental, dinámica familiar y trabajo en red. La segunda etapa consistió en la implementación de talleres formativos para desarrollar competencias y habilidades socioemocionales, impartidos por un equipo psicosocial, así como en el apoyo pedagógico a través de especialistas en Fonoaudiología, Terapia Ocupacional y Educación Diferencial, quienes trabajaron en habilidades comunicativas, lectura, escritura y matemáticas, en coordinación con el cuerpo docente. También se realizaron intervenciones con docentes y apoderados para fortalecer el proceso. La tercera etapa se enfocó en medir el impacto de las intervenciones en la comunidad educativa”.
De esta manera, se logró impactar a una treintena de alumnos de 1° a 6° básico, sus profesores y asistentes de la educación. Esta intervención también involucró a los apoderados y tutores, quienes participaron en el diagnóstico psicosocial y comunitario.
Angélica Valenzuela, directora de la escuela de Colico Alto, puntualiza que “este proyecto fue fundamental para nosotros, porque como establecimiento rural era casi imposible contar con un equipo multidisciplinario para atender las condiciones emocionales en que se encontraban los estudiantes. Esta primera experiencia abrió las puertas a otras áreas que fueron en beneficio de toda la comunidad educativa, porque si bien los estudiantes fueron atendidos por estos profesionales, también hubo una consideración y acompañamiento hacia los docentes”.
Por su parte, Marcela Gutiérrez, directora de Educación y Cultura del Desafío Levantemos Chile, señala que “la urgencia fue poner a los niños, niñas y adolescentes en primer lugar, una vez ocurrida la emergencia. Esto se reflejó en el acompañamiento, en la contención y en las orientaciones que el equipo de la USS entregó al equipo directivo, profesores, administrativos, auxiliares, estudiantes y familias para que volvieran a confiar en sí mismos; a mostrarles que los sueños se pueden cumplir y que la magia existe cuando se unen entidades en torno a un fin común, que es lograr un Chile mejor. Por supuesto, agradecemos el tremendo aporte del Banco de Chile, que permitió que la comunidad de Santa Juana volviera a reconstruir su vidas y comenzar un nuevo camino lleno de esperanza”.
Sobre esta iniciativa, la vicerrectora Adjunta de Vinculación con el Medio de la Universidad San Sebastián, sede Concepción, Fabiola Fuentealba, afirma que “nuestra Institución ha tenido un permanente compromiso con las comunidades vecinas a nuestra sede, dada la función pública que desempeñamos. En este caso, los lamentables efectos asociados a los megaincendios nos movilizaron para desplegar un trabajo interdisciplinario en directo beneficio de los niños y niñas de Colico, con el objetivo de contribuir con su bienestar físico y mental, que les permitiera retomar su proceso educativo de la manera menos traumática posible ante las difíciles circunstancias que les ha tocado enfrentar”.
En el desarrollo de esta iniciativa en Santa Juana participaron además, la fonoaudióloga, Yulitza Pino; el terapeuta ocupacional, Gerardo Durán; el psicólogo, Diego Salgado; la trabajadora social, Florencia Escala y los educadores diferenciales Carlos Pérez y Camila Muñoz, todos egresados USS.