Por muchos años estuvo instalada la idea de que el juego y el aprendizaje no van de la mano. Pero, en realidad, el juego es una forma natural de aprendizaje para los niños y tiene un impacto significativo en su desarrollo cognitivo, emocional y social.
En la carrera de Educación Parvularia Advance de la Universidad San Sebastián han tomado como bandera el desafío de cambiar esta mentalidad y promover lo que la evidencia y la pedagogía saben hace mucho tiempo: los niños aprenden jugando. Por eso, recientemente desarrollaron su primera “Feria para la Educación Parvularia”, ocasión en la que cerca de veinte stands mostraron el trabajo ideado por educadoras en formación para que los niños aprendan matemáticas y lenguaje a través del juego y actividades didácticas.
“Durante la educación inicial el juego es un derecho inherente a la naturaleza de todos los niños, siendo una estrategia de enseñanza y eje del aprendizaje que se debe potenciar y relevar en el nivel de Educación Parvularia y el sistema educativo en general”, expresó Marcela Gallardo, directora de la carrera en la sede De la Patagonia.
La académica añadió que “por medio del juego se logran favorecer interacciones educativas para el desarrollo integral de los niños, ampliando su confianza, autonomía y apertura a descubrir nuevos espacios y recursos educativos”.
La neurociencia aplicada a la educación inicial ha permitido conocer cuáles son los mejores momentos para los aprendizajes y cómo adecuar las prácticas pedagógicas para potenciarlos desde una perspectiva multisensorial. Y mucho de ello se traduce en experiencias de juego. Al jugar, niñas y niños disfrutan, despiertan su curiosidad y creatividad, lo cual permite el aprendizaje. Lo contrario sería un ambiente rígido y estresante que ahoga la creatividad y la seguridad y, por lo tanto, el aprendizaje.
Para que estos nuevos paradigmas prosperen y tengan un impacto adecuado en los primeros años de vida, es necesaria la colaboración entre educadores, familias y especialistas de distintas ciencias, diseñando espacios de aprendizaje que integren el juego de manera sistemática en las actividades dentro del aula.
En algunos establecimientos educativos existe una presión excesiva para enfocarse en resultados académicos desde edades tempranas. Esto puede dificultar la incorporación del juego como herramienta de aprendizaje, ya que se le da prioridad a actividades más estructuradas y basadas en contenidos curriculares específicos. Por lo mismo, la evaluación del aprendizaje basada en el juego puede resultar desafiante y requerir de estrategias de evaluación más flexibles y centradas en observar el proceso de aprendizaje durante el juego.
Además de encontrar el tiempo para el juego en el currículo, es necesario contar con los recursos necesarios, tanto materiales como espacios adecuados para jugar. Junto con un espíritu motivador en el educador que anime a los niños a explorar y disfrutar.