Vicerrector de la sede Concepción USS, Sergio Castro, plantea que ante los avances tecnológicos, la clave es prepararnos para que el cambio no nos encuentre desprevenidos.
Muchos de quienes leen esta columna difícilmente podrían prever el drástico cambio tecnológico que nos depara el mundo futuro. De vez en cuando nos enteramos de avances en robótica, inteligencia artificial, en manufactura en 3D o en la llamada Internet de las cosas, que hasta hace poco tiempo ni siquiera podíamos haber imaginado. Es que el mundo de la tecnología se mueve a una velocidad vertiginosa dejando poco espacio para la tan necesaria reflexión.
Aunque muchos estiman que estos avances nos permitirán una mejor calidad de vida e incluso más tiempo para actividades de ocio y descanso, no cabe duda de que debemos prepararnos para un escenario radicalmente distinto al actual.
Los cambios se observarán especialmente en el mercado laboral. Algunos economistas ya han planteado que en las próximas décadas muchos empleos se perderán porque serán absorbidos por máquinas inteligentes. Se sostiene incluso que si se aplicara la tecnología actualmente existente, los chilenos perderían un porcentaje no menor de trabajos. Algo similar a lo que sucedió durante la lejana época de la Revolución Industrial o luego de la invención de la electricidad. La clave es prepararnos para que el cambio no nos encuentre desprevenidos.
Algunos economistas ya han planteado que en las próximas décadas muchos empleos se perderán porque serán absorbidos por máquinas inteligentes.
Lo anterior implica reeducar a la fuerza de trabajo para que sea capaz de adaptarse a las nuevas condiciones. Pero no estamos hablando solo de empleos de baja calificación técnica, también nos referimos a los profesionales. Debemos pensar que quienes ingresaron este año a la educación superior participarán en el mercado laboral hasta por lo menos el año 2060. ¡Qué difícil proyectar cómo será la vida en esa época! Solo recuerde que hace tan solo 10 años no contábamos con un aparato tan común e indispensable en nuestros días como el smartphone. Considere además que los cambios serán cada vez más acelerados, por lo tanto, debemos disponernos a vivir en un mundo que requerirá de habilidades diferentes a las que actualmente nos aseguran una fuente laboral.
Lamentablemente éste, que debería ser un tema central en la discusión de tantas materias relevantes para el país como la reforma a la educación superior o la reforma laboral, está absolutamente ausente del debate.
Debemos pensar que quienes ingresaron este año a la educación superior participarán en el mercado laboral hasta por lo menos el año 2060. ¡Qué difícil proyectar cómo será la vida en esa época!
Preocuparnos de formar a profesionales preparados para ese nuevo mundo es hoy una responsabilidad impostergable. Un aspecto fundamental es transmitirles la necesidad de estar en constante actualización. Los estudiantes universitarios saben que el pregrado es la base para continuar su formación futura. Los programas de postgrados, en sus distintas modalidades, les permitirán ir adquiriendo nuevas herramientas para enfrentar este cambio permanente.
Tener esa capacidad para adaptarse a las nuevas realidades es una habilidad fundamental para los profesionales del mundo del futuro y también de hoy, pues asumen que la carrera estudiada les entrega solo una base para luego desarrollarse en diversos ámbitos.
Asimismo, en las instituciones de educación superior no podemos descuidar las llamadas habilidades blandas, es decir, la capacidad de comunicarse, relacionarse con otros, de trabajar en equipo, tener una actitud proactiva y ser empático. Esas son las características que nos diferencian como seres humanos y que difícilmente una máquina podría desarrollar. Es la gran ventaja que debemos potenciar.
Sergio Castro Alfaro
Vicerrector sede Concepción
Universidad San Sebastián
Vea la columna en diario El Sur