Si bien se ha avanzado, nuestra educación aún no entrega las herramientas necesarias para que los estudiantes lleguen a la Educación Superior preparados
En una entrevista otorgada en Concepción, el ex ministro de Educación Harald Beyer planteó que la educación escolar chilena está lejos de pasar por una crisis. Al contrario, sostuvo que en los últimos años su calidad ha mejorado de acuerdo a diversos indicadores internacionales comparables en el tiempo. Aseguró que ocupamos los primeros lugares a nivel continental. No cabe duda de que eso es efectivo, pero también es cierto que en materia de calidad nos distanciamos bastante de la realidad de los países desarrollados que lideran todos los rankings.
Hay falencias que no se pueden desconocer y brechas no sólo con aquellos sistemas que registran los mejores indicadores, sino también entre la educación pública y la privada.
Es así que, si bien se ha avanzado, nuestra educación aún no entrega las herramientas necesarias para que los estudiantes lleguen a la educación superior preparados para iniciar una formación que les permita enfrentar un mercado laboral cada vez más cambiante y globalizado.
Hay falencias que no se pueden desconocer y brechas no solo con aquellos sistemas que registran los mejores indicadores, sino también entre la educación pública y la privada como se ha insistido en tantas oportunidades.
El objetivo debe ser ni más ni menos que otorgar una educación de calidad a todos los niños de Chile independiente de su origen socioeconómico y del lugar del país donde vivan.
La reciente entrega de los resultados del SIMCE de Escritura de los estudiantes de sexto básico volvió a poner en relieve las carencias en la formación de nuestros niños y en especial las diferencias entre segmentos socioeconómicos. De acuerdo a este instrumento, los alumnos tienen problemas en mantener la coherencia de sus escritos y en avanzar en el desarrollo de sus ideas. Habilidades básicas para la adquisición de otros aprendizajes y que se deben consolidar en los primeros años de educación.
En cuanto a las brechas entre grupos socioeconómicos, éstas llegan a 9 puntos entre el GSE alto y bajo. Una realidad que se repite en múltiples instrumentos a lo largo del proceso de enseñanza. Una inequidad que no hemos podido superar y que tiene efectos en el logro de una sociedad más inclusiva y equitativa. Por ende, aunque se deben reconocer los progresos, los desafíos son mayúsculos. El objetivo debe ser ni más ni menos que otorgar una educación de calidad a todos los niños de Chile independiente de su origen socioeconómico y del lugar del país donde vivan.
Es fundamental que se realice una implementación adecuada priorizando la calidad de la educación y poniendo en el centro lo que ocurre al interior de la sala de clases.
En esa perspectiva, la ley de Educación Pública recientemente aprobada y que desmunicipalizará los jardines infantiles, escuelas y liceos del país, cobra la mayor preponderancia. Es una iniciativa que influirá de manera significativa en el futuro del país, pues fortalecer la educación que reciben nuestros niños, en especial aquellos más vulnerables, permitirá avanzar hacia una sociedad realmente inclusiva y que garantice oportunidades para todos. Pero aquello debe hacerse bien.
Más allá de las buenas intenciones y de lo que plantee la normativa, es fundamental que se realice una implementación adecuada priorizando la calidad de la educación y poniendo en el centro lo que ocurre al interior de la sala de clases independiente del organismo que cumpla la labor de administración del sistema. En esa línea se debe reconocer que algunos municipios han realizado una buena labor en este ámbito y que la gradualidad, tal como está especificada en la ley, son aspectos que no se deben desconocer. Se trata de una reforma en que no nos podemos dar el lujo de equivocarnos ni de experimentar, pues en juego está el futuro de nuestros estudiantes de menos recursos.
Sergio Castro Alfaro
Vicerrector Sede Concepción
Universidad San Sebastián
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