Historiador Gabriel Cid: “El siglo XIX constituye un laboratorio político formidable”

A sus 37 años el historiador ha desarrollado una prolífica labor con 10 libros publicados, más de 40 artículos de investigación y 2 proyectos Fondecyt adjudicados. Una de sus publicaciones: “Pensar la Revolución. Historia intelectual de la Independencia chilena”, fue elegida el Mejor Libro de Historia publicado en Chile durante 2019.

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Gabriel Cid Rodríguez, doctor en Historia por la Universidad del País Vasco y académico del Instituto de Historia de la Universidad San Sebastián dice que siempre examina periodos de la historia que le permitan mantener una distancia temporal importante con nuestro presente.

La pasión por la historia de este ovallino de 37 años no fue instantánea. “En realidad tenía un interés bastante amplio por el mundo de las Humanidades y Ciencias Sociales. No pensaba que sería historiador. Me interesaban áreas como la Sociología y la Ciencia Política, pero cuando ingresé a la universidad a un programa de Bachillerato en Humanidades descubrí la historia y me fascinó. Fue como un amor a primera vista, en particular porque estimé que era la más humanista de todas las disciplinas y daba cabida a todos mis intereses de investigación”.

En su etapa escolar quería ser cientista político o sociólogo. Sus estudios escolares los realizó en la Escuela de Artes y Música de Ovalle, experiencia que lo marcó bastante, ya que fue parte de la primera generación del establecimiento. “Me enseñó el valor de la música, la disciplina y del estudio metódico.  Allí aprendí a tocar viola y para un niño, abrirle la puerta a la música docta y a los instrumentos más clásicos, le permite ampliar sus horizontes intelectuales y sus habilidades para ponderar lo bello, pero también para aprender la relevancia del método y la rigurosidad de estar ensayando todos los días para ver los logros”, comenta Cid.

Sobre la música, cuenta que todavía cuando tiene tiempo libre trata de tocar viola junto a su esposa Constanza Mendoza, que es instrumentista de violonchelo. Tuvo la oportunidad de integrar orquestas infantiles y juveniles en la etapa escolar, pero luego con la llegada a la universidad lo dejó sólo como hobby.

Inspiraciones

Gabriel Cid dice que cuando comenzó a estudiar historia le encantaba la época medieval y Marc Bloch (historiador francés de la primera mitad del siglo XX) fue una inspiración para entender esta disciplina como un proceso y no como la pura memorización de nombres y fechas al azar.

Después en el ejercicio de la labor historiográfica y el trabajo mancomunado sus referentes son variados. Javier Fernández Sebastián (catedrático de Historia del Pensamiento Político en la Universidad del País Vasco) quien fue director de su tesis doctoral; Carmen McEvoy, (diplomática e historiadora de la Pontificia Universidad Católica de Perú con quien ya ha colaborado en distintas publicaciones), Hilda Sábato (historiadora de la Universidad de Buenos Aires, Argentina) y Ana María Stuven, (periodista de la Universidad de Chile y doctora en Historia de la Universidad de Stanford).

En lo personal, Cid se ha especializado en la historia del siglo XIX latinoamericano y chileno, donde a su juicio está el punto de origen de tres problemas cruciales para nuestra vida política contemporánea: La conformación del Estado, la formación de las identidades nacionales y los inicios de la experiencia republicana y las ideas democráticas.

El siglo XIX constituye un laboratorio político formidable donde todas esas experiencias, que para nosotros son muy cotidianas, se estaban pensando y articulando por primera vez”, afirma el historiador.

Ahora se encuentra desarrollando un proyecto Fondecyt regular sobe el impacto de la Guerra del Pacífico en la identidad nacional chilena, básicamente para dimensionar “cómo esa experiencia se prolonga en las generaciones siguientes al menos hasta 1929, que es cuando se cierran las consecuencias diplomáticas del conflicto con la solución de los diferendos limítrofes por Tacna y Arica”.

Sobre el mismo tema, Gabriel Cid escribe actualmente un libro junto con la historiadora peruana Carmen McEvoy, y considera que es notable el desafío de escribir este libro en conjunto. “Somos historiadores profesionales con rigor analítico y no buscamos utilizar la guerra para reivindicar ninguna posición política contemporánea. Uno de los grandes problemas sucede cuando la historia sirve para nutrir retóricas e imaginarios nacionalistas. Por el contrario, nos importa ver a la guerra como una experiencia social que posee problemas en común y cosas que finalmente nos vinculan. Creo que a estas alturas estamos en condiciones intelectuales de afrontar el tema de la guerra sin revanchismos o antagonismos del pasado, sino que con diálogo y reflexión”.

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