La filosofía del sentido común

El sentido común para ser tal tiene que ser verdadero y se ha ido incubando la idea de que no hay nada que pueda calificarse como verdadero, todo es opinable y el error no existe como categoría de análisis.

La filosofía del sentido común

Sentido común, son dos palabras enraizadas en el lenguaje cotidiano que solíamos utilizar a diario para juzgar una situación que a todas luces parecía anómala, irracional, engañosa por contraponerse al buen juicio y a la sensatez, es decir, porque desafiaba al sentido común. Pareciera que se han ido retirando del imaginario colectivo. Porque el sentido común para ser tal tiene que ser verdadero y se ha ido incubando la idea de que no hay nada que pueda calificarse como verdadero, todo es opinable y el error no existe como categoría de análisis.

rector_carlos-williamsonSe ha perdido la brújula como guía orientadora sobre temas complejos del Chile real que hay que analizar con detención porque hay mentiras ocultas que no saltan a primera vista, pero que desafían precisamente al sentido común.

Cuando se dice que se puede trabajar menos ganando lo mismo, o que se puede aumentar la cotización individual de seguridad social en un sistema de reparto sin afectar el empleo, o que la totalidad de los fondos acumulados al momento de jubilar se podrían gastar sin tener efectos financieros en la sobrevida de los pensionados, o que la gratuidad universal en la educación superior se puede financiar en Chile sin afectar la calidad de las universidades y sin perjudicar a los pobres cuando se le regala la educación a los ricos, en todos esos casos, se engaña al sentido común.

La filosofía del sentido común enseña que éste no es un conocimiento vulgar, ni superficial, ni la suma de prejuicios, sino un repositorio de sabiduría colectiva, de sano y compartido entendimiento sobre algo que se sabe bien porque se tiene conciencia previa de que es verdadero.

El sentido común es todo conocimiento humano elaborado cuyo origen es estrictamente racional y es “común” a todos los seres humanos. Este conocimiento primordial, parece ser connatural al ser humano, y por eso mismo es verdadero, por más que después esté expuesto a deformaciones. El filósofo Humberto Giannini sostenía: “Yo sigo enseñando a Sócrates, padre del diálogo callejero, abierto, pero con un significado profundo. Sigo pensando en él, porque mi filosofía de centro es el sentido común”.

Es cierto que en muchos de estos temas complejos el sentido común no salta inmediatamente a la vista. Hay que hacer un esfuerzo por descubrirlo y en ello mucha responsabilidad le cabe a quienes usando la razón pueden separar la paja del trigo y develar la verdad. Sin embargo, estamos presos de los magos de la retórica que, usando falacias argumentativas, gozan de un poder de persuasión para un único fin: acabar con un modelo de desarrollo que le ha hecho bien a Chile. El país avanza por una pendiente resbalosa porque se ofrecen caminos comprobados en nuestra memoria, que fracasaron. Y hay temor a recordarlo; sería políticamente incorrecto decirlo, arriesgando incluso de ser acusado de insensible y en el extremo de populista. ¿No es paradójico?

Carlos Williamson Benaprés
Rector 
Universidad San Sebastián

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