Primeras palabras de Carlos Williamson como rector USS

Carlos Williamson Benaprés, con ocasión del inicio de su período de Rector de la Universidad San Sebastián, se refirió a sus desafíos y cuáles son para él las motivaciones que deben animar a nuestra institución. 

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Me dirijo a ustedes por primera vez como Rector de la Universidad San Sebastián, invocando a Dios para que me dé la sabiduría y el vigor para servir con fidelidad a esta comunidad universitaria.

Inicio mi discurso rindiendo un homenaje a mi antecesor, Don Hugo Lavados Montes, profesor y destacado hombre público, quien deja su cargo en medio del respeto y gratitud de nuestra Universidad que reconoce el importante progreso que tuvo bajo su conducción.

¿Qué se espera de una Universidad como la nuestra? ¿Cuáles son las pulsaciones que deben animar a la Universidad San Sebastián?

A las universidades se les pide recuperar el sentido y unidad en su misión. La idea de universidad, como es sabido, se halla contenida en la palabra latina “universitas”, que designa al conjunto de personas que persigue un interés común, convocadas a enseñar y aprender en comunidad, en la búsqueda de una cultura animada por valores, tradiciones y costumbres, con independencia frente a cualquier poder externo.

Me dirijo a ustedes por primera vez como Rector de la Universidad San Sebastián, invocando a Dios para que me dé la sabiduría y el vigor para servir con fidelidad a esta comunidad universitaria.

Así, en sus orígenes, las universidades fueron centros de estudios que integraba a maestros y discípulos. Las universidades medievales se organizaban para canalizar el “espontáneo deseo de saber y conocer la verdad”. Con el paso del tiempo se legitimó su rol en la sociedad, al darles el derecho de otorgar títulos universitarios. La libertad de enseñanza se convierte en el principio rector y saltan a la vista los tres elementos que están en su esencia: su universalidad, su autonomía y su afán incesante en la búsqueda del saber, la verdad y el bien.

Cómo no recordar, en este solemne acto, los ideales universitarios de Von Humbolt y su llamado a la unidad de la enseñanza y de la investigación; a poner a resguardo la libertad académica, a cuidar que la ciencia se dirija a penetrar la realidad del mundo y del ser humano; a evitar que las facultades se limiten a ser meros centros de instrucción profesional.

O de José Ortega y Gasset quien proclama que la misión de la universidad no es solo el cultivo de la ciencia, es por sobretodo la formación de personas cultas, evitando la especialización excesiva y reafirmando la idea de que las universidades son el eje principal de la síntesis cultural de una nación.

O finalmente, de John Newman que nos recuerda que en la universidad deben converger todas las ramas del saber; que el proceso de otorgar el conocimiento al intelecto constituye su verdadera cultura; que tal cultura, en unión con el conocimiento que produce, puede ser perseguida sin tener en cuenta solo el aspecto utilitario, obteniendo como resultado un conocimiento que él denominaba “liberal”

Es a partir de este legado, de esta tradición histórica, que irrumpe la universidad de la llamada post modernidad.

Es la universidad del siglo XXI, que vive el eterno dilema de ser fiel a su identidad, pero sin claudicar en su imperativo de ejercer influencia en la sociedad a la cual sirve. El de hoy es un ambiente por momentos enrarecido y refractario a valores esenciales para una vida buena. Por tanto, una universidad que no sale del claustro, que no se empapa de la realidad para comprenderla, es decir, que no lee los signos de los tiempos y que no actúa con valentía y decisión en la defensa de la verdad y de la dignidad de las personas, no merece llevar ese título.

En estos años, qué duda cabe, la Universidad San Sebastián ha ampliado su esfera de influencia y la densidad de su trabajo. Se ha puesto como tarea ser una comunidad educativa que forma personas y escruta su entorno para dar respuesta a necesidades individuales y colectivas. Una universidad gravitante en Santiago y, sin duda, en Concepción, Valdivia y Puerto Montt, responsable de su deber de servir, que hoy busca correr a otra velocidad, a la velocidad propia de un mundo con mayor vértigo, muy exigente y que no da pausas para el acomodo.

Queremos una universidad que, por sobretodo, contribuya responsablemente a crear las condiciones para que Chile sea próspero y progrese en paz y libertad, pero también un Chile más justo y solidario.

En lo sustantivo, los rasgos de ese “deber ser” universitario, en el campo educativo, apunta a una formación integral del estudiante, no solo entregando conocimientos, sino con celosa preocupación por la persona, la trasmisión de valores y el cultivo de relaciones vivas de unos con otros. Un estudiante de pregrado que tenga espacios de formación general a fin de lograr una visión amplia del mundo. Que indague y experimente el asombro de visitar otras disciplinas para fortalecer su formación base, como complemento a las materias específicas propias de su profesión.

Nuestra misión es educar a los jóvenes y contribuir por añadidura al bien común. El énfasis en el acompañamiento al estudiante durante toda su carrera, que en nuestra universidad se ha ido enhebrando como un sello distintivo, no solo permite dar herramientas para su desempeño académico en los aspectos cognitivos, sino, además, fortalecer sus habilidades socio emocionales indispensables para el éxito laboral. De igual modo, crecientes deben ser los esfuerzos para promover una mejor calidad de la docencia mediante una adecuada formación pedagógica de nuestros profesores. La buena docencia es siempre aquella que se despliega con espíritu y actitud de servicio y, desde luego, con respeto por el alumno; una docencia que despierte en el alumno sentimientos recíprocos de admiración y estima.

Queremos una universidad que, por sobretodo, contribuya responsablemente a crear las condiciones para que Chile sea próspero y progrese en paz y libertad, pero también un Chile más justo y solidario.

La nuestra debe ser una universidad que educa la inteligencia del país y por ello no solo basta responder sobre qué se educa, sino también, responder para qué se educa. Ello nos conduce a pensar, por un lado, que el rasgo de nuestra educación debe ser una educación universitaria humanista, sólidamente arraigada en el humanismo cristiano y, por el otro, pensar que esa inteligencia educada debe servir al país y forjar su cultura.

No puedo dejar de mencionar la centralidad de la tarea académica que la universidad deposita en sus profesores; les confía el tesoro más preciado, sus estudiantes, quienes a su vez les han sido confiados a la universidad por sus padres. Se dice con razón que “las más importantes piedras vivas de la casa universitaria son sus profesores”; ellos son el centro de la Universidad.

Asimismo, los directivos universitarios juegan un papel esencial para ejercer el gobierno, para organizar, coordinar acciones y asegurar que la universidad se conduce conforme a su misión y en línea con sus desafíos estratégicos. La autoridad universitaria es siempre “Primus inter Pares”, Primus, o sea digna de respeto en su legítimo ejercicio de autoridad, pero inter Pares, es decir, entre iguales.

Una universidad no llega nunca a ser una comunidad académica si no logra la amalgama necesaria entre académicos y directivos. Y obviamente, no logra ser una verdadera comunidad universitaria, una obra en común construida entre todos, si no integra a sus funcionarios, administrativos y profesionales, a ser parte vida de este esfuerzo colectivo.

La investigación y la formación de capital humano avanzado debe ser otro foco clave de atención en el futuro, evaluando aquellos ámbitos dónde podemos ampliar nuestros programas de investigación y crear nuevos doctorados, con la aspiración de cubrir algún día un conjunto amplio de ramas del conocimiento.

El fenómeno de la fragmentación del saber conlleva la pérdida de sentido y, por ello, la universidad, como una entidad “universal”, debe fomentar la integración disciplinaria a fin de iluminar la razón y la búsqueda de la verdad.

Pero el deseo de conocer para dominar la naturaleza, debe ser siempre un anhelo sustentable y ético. Porque, es preciso recordar, tan perverso e irresponsable es privar a la humanidad del saber para romper las cadenas de la ignorancia, como perverso es que el saber se vuelque contra la propia humanidad.

La vinculación con la sociedad, que se realiza a partir de las tareas clásicas de educación e investigación, deben adquirir una mayor fuerza y profundidad al proyectarla hacia la tercera misión. Ella se puede expresar en tres ámbitos: programas orientados hacia la sociedad civil, políticas públicas y la innovación productiva.

Los programas sociales deben aportar ideas y trabajo y ser un modo de acercarnos a tanta gente que vive marginada y que quisiera algún apoyo para superar el agobio y la desesperanza de la pobreza.

En las políticas públicas, la universidad debe prestar una valiosa cooperación en el diseño de políticas de Estado que apunten a promover la equidad y la eficiencia.

Y en el campo productivo, generando conocimiento y tecnologías que eleven el rendimiento económico en las empresas para crecer más aceleradamente y crear nuevas fuentes de trabajo.

Quisiera que esta misión de servicio sea un sello de nuestra identidad e invito a la comunidad de la Universidad San Sebastián a poner atención preferente a los problemas que aquejan a nuestra sociedad, muchas veces de naturaleza tan compleja que exige crear grupos de trabajo multidisciplinarios.

Nuestra Universidad es joven y revela el vigor de la juventud. A estas alturas podemos sentir la íntima satisfacción de haber ido cumpliendo gradualmente las metas de nuestros fundadores. Pero sería un error pensar que la tarea está concluida. Alcanzar el perfil de una universidad compleja y plenamente desarrollada, demanda mucho tiempo. Aquí no hay atajos. Solo un trabajo laborioso, abnegado y de largo aliento puede fecundar y dar frutos.

Las universidades viven la tensión creativa del hallazgo académico, del descubrimiento que se piensa, algo así como el “fin de la historia”, pero que a poco andar se revela efímero, dando inicio a una nueva aventura del pensar y del saber; a un nuevo emprendimiento. Por ello, la auto complacencia, el sentir que hemos llegado a nuestro destino y que no hay nuevas preguntas que responder, es el comienzo del fin de un auténtico “ser” universitario.

Recordando las hermosas palabras de San Agustín: “Si dices: “ya es suficiente”, habrás muerto. Añade siempre, camina siempre, avanza siempre. No detengas tu camino, no retrocedas, no te desvíes. Se detiene quien no avanza; retrocede quién añora el punto de partida. Reniega quien se desvía”.

No quisiera finalizar estas palabras sin reiterar que, para encarnar con fuerza el espíritu de una universidad con sentido de misión, que quiere anegar Chile con una auténtica vocación de servicio y hacer de la nuestra una sociedad más humana, es preciso que nosotros mismos demos testimonio.

Quisiera que esta misión de servicio sea un sello de nuestra identidad e invito a la comunidad de la Universidad San Sebastián a poner atención preferente a los problemas que aquejan a nuestra sociedad.

Debemos vivir la experiencia de compartir, de ver al otro como a uno mismo, de dignificar el trabajo diario, de cultivar la amistad y superar la desconfianza.

Únicamente cuando cada uno reconoce al otro en toda su alteridad, como se reconoce a sí mismo, se nos revela el hecho más fundamental y singular de la experiencia humana: hemos nacido para ser parte de un universo infinito creado por Dios y los momentos de soledad en ese vacío cósmico solo se superan, con amor y viviendo en comunidad.

Quisiera, por último, agradecer a todos ustedes por acompañarnos en esta ceremonia. A mis amigos aquí presentes de mi primera Alma Mater, la Pontificia Universidad Católica de Chile. Y de paso rendir gratitud a mi familia por su apoyo constante y por la paciencia de escuchar a un padre que ha sentido siempre una real pasión por la Universidad.

Solo me resta esperar confiado que el Señor ilumine nuestro camino y bendiga con abundantes bienes a esta querida Casa de Estudios.

Muchas gracias

Carlos Williamson B
Rector Universidad San Sebastián

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