Un nuevo Chile

Con el estallido social estamos entrando a una fase económica recesiva. Un país que será definitivamente más pobre; sin dudas. ¿Podrá Chile recuperarse? ¿Cómo?

Un nuevo Chile

El despertar social hoy tiene dos caras: la honesta, que nos insta a apurar el tranco porque hay pobres que no pueden esperar, pero sin equivocar el rumbo; y la falsa promesa de aquellos que nos quieren hacer creer que Chile es una nación de oprimidos y opresores.

Rector Carlos WilliamsonNo hay en la historia de Chile un periodo de prosperidad similar a 1973-2013, en que el ingreso per cápita se multiplicó por cuatro. Y tampoco un periodo de mayor parálisis económica en los mismos 40 años, como fue 1933-1973, con un magro crecimiento de solo 0,5 veces en el mismo indicador. Las diferencias son conocidas. Antes, un Estado invasivo y una economía cerrada al comercio internacional, y con frondosas e ineficientes regulaciones; después, un Estado subsidiario con un sector privado pujante y una economía abierta al mundo. Es cierto que seguimos siendo desiguales, pero éramos más desiguales en el 1973 y hemos reducido esta brecha. Es cierto que aún hay mucha pobreza e indigencia, pero en la historia de Chile nunca hubo una caída tan pronunciada en las tasas de pobreza por ingresos como en las últimas décadas. Es cierto que la pobreza multidimensional es aún muy alta, 20,7% en 2017., pero ha caído con vigor: era un 27,4% en 2009.

Llegó el momento de ser creativos, pero sin caer en la demagogia. Una agenda social y económica innovadora. No solo corregir un gasto social mal focalizado.

Con el estallido social estamos entrando a una fase económica recesiva. Un país que será definitivamente más pobre; sin dudas. ¿Podrá Chile recuperarse? ¿Cómo? Primero, deteniendo la violencia; hoy, la prioridad es dar seguridad en las calles. Lo segundo, avanzando hacia un verdadero y profundo pacto social. Nuestro modelo de desarrollo hasta ahora confió en que el crecimiento económico tiraba el carro, y tuvo éxito, pero la economía dejó de crecer. Además, hay una presión social y ambiental que exige más cambios.

Los cuatro millones de chilenos que sufren pobreza por ingresos o multidimensional tienen rostro y adhesión social. Llegó el momento de ser creativos, pero sin caer en la demagogia. Una agenda social y económica innovadora. No solo corregir un gasto social mal focalizado. También una revisión de todo aquello que golpea el bolsillo; tarifas de servicios básicos, el modelo de concesiones, abrirse a una mayor competencia y/o regulación en sectores que han gozado de posiciones dominantes y fuente de abusos. Y como la deuda pública tiene límites, es indispensable una revisión de la estructura y nivel tributario. Nuestro sistema no tiene la progresividad deseada. Es progresivo en el impuesto a la renta para los empleados que viven de su capital humano, pero no para quienes reciben su ingreso por rentas del capital. Y es regresivo en el IVA. Se acabó el tiempo de un pulcro economicismo. Seamos razonables, Chile cambió y hay que enfrentar esa realidad.

Y, por último, abordar una incertidumbre que sigue latiendo: un proceso constituyente que se inició con apariencias de trazar un camino de concordia, pero que se está trabando. Ya algunos amenazan que, de no haber acuerdo, el poder que se “constituyó” en las movilizaciones podría reaccionar, profundizando la crisis política y desestabilizando aún más nuestra democracia.

Carlos Williamson Benaprés
Rector
Universidad San Sebastián

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