La nueva ofensiva de las tabacaleras: contratar científicos

Hace unas décadas su fin era hacer cigarrillos más adictivos para incrementar el negocio, pero surgieron restricciones y leyes. El objetivo ahora es crear productos sin humo, que muestren que no aumentan el cáncer. Y para eso necesitan ciencia…

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Chenyue Xing es una ingeniera química que trabajó durante años en la industria farmacéutica y de biotecnología, buscando formas innovadoras para crear medicamentos inhalables. Hace dos años aplica sus conocimientos para buscar y probar potenciales fórmulas de nicotina líquida para una empresa en San Francisco, EEUU.

“Yo crecí en China cuando había mucho menos lugares libres de humo”, explica. “Soy muy sensible a los olores, y por largo tiempo si alguien fumaba cerca mío, tenía que respirar a medias”.

Como ella, centenares de científicos y profesionales de la salud trabajan actualmente en compañías fabricantes de cigarrillos electrónicos y otros dispositivos similares, con el objetivo de elaborar alternativas al tabaco encendido.

A diferencia del cigarrillo convencional, donde se quema tabaco y se aspira su humo, el cigarrillo electrónico calienta nicotina líquida y/u otra sustancia saborizada para que la persona inhale el vapor. Esto ha sido visto por algunos como un ‘avance’ ya que no se aspiraría los químicos tóxicos que se liberan con la combustión del tabaco.

La empresa Philip Morris ha contratado más de 400 científicos y técnicos para su planta de investigación en Suiza, entre toxicólogos, químicos, biólogos, bioestadísticos y expertos en normas regulatorias. Y ha invertido 2 mil millones de dólares (el equivalente a casi todas las ventas del mercado en EEUU en 2014) para desarrollar y evaluar productos de tabaco de ‘riesgo reducido’. Sin embargo, nada de eso está claro, porque no se sabe qué pasa en el organismo con la inhalación de los vapores y tampoco si la nicotina líquida disminuye, mantiene o aumenta la adicción. Nadie lo ha estudiado… hasta ahora.

Manuel Peitsch, profesor de Bioinformática en la Universidad de Basilea, Suiza, y ex ejecutivo de dos grandes farmacéuticas, está liderando un proyecto para analizar los constituyentes en vapor, medir sus efectos en las células y modelar cómo estos productos pueden provocar enfermedades. De hecho planea presentar una petición a la FDA el próximo año para que se modifique el estatus de riesgo de una de sus creaciones, una barra de tabaco que se calienta para liberar un aerosol de nicotina, pero sin quemarlo. Su apuesta es que la presencia de tabaco real puede ser más satisfactoria para los fumadores que el cigarrillo electrónico.

La empresa Altria (fabricante de los cigarrillos Marlboro) y NJOY (empresa de cigarrillos electrónicos) se han llevado también decenas de profesionales con experiencia en dispositivos de inhalación o en negociar con la FDA de Estados Unidos, cuya autoridad regulatoria no cubre este tipo de dispositivos, aunque ya ha propuesto una reforma que le dé atribuciones.

Detrás de todo este movimiento hay dos causas: primero, la alta cantidad de científicos cesantes luego de la crisis de 2008 y las fusiones y adquisiciones en la industria farmacéutica; y segundo, la necesidad de las tabacaleras por abastecerse de conocimiento científico y tecnológico para la nueva etapa que deben enfrentar si quieren mantenerse flote.

El negocio del futuro

Una reciente encuesta de la firma Ipsos y la agencia noticiosa Reuters en EEUU muestra que un 10% de los adultos ‘vapea’, como se ha denominado el inhalar el vapor de estos cigarrillos electrónicos. Esto es mucho más que los cálculos que tenía el gobierno estadounidense en 2013 (2,6%). Si se extrapola esto a la población total del país, entonces habría 3 millones 200 mil consumidores.

Eso explicaría el boom de las tiendas del rubro en EEUU, de unas pocas hace un par de años a 15 mil en 2015; las previsiones de crecimiento del mercado local, de 2.500 millones de dólares el año pasado a ¡3.500 millones! a fin de este año; y la estimación de que a ese ritmo, en 2024 los cigarrillos electrónicos superarán el negocio de los cigarrillos convencionales. La ventaja es que muchos ‘vapeadores’ pueden utilizar el dispositivo en espacios cerrados y el 80% de los encuestados cree que “es una buena forma de ayudar a la gente a dejar de fumar” porque reemplaza el cigarrillo encendido y su humo.

Se trata de un argumento que los fabricantes se han cuidado de utilizar en sus campañas, porque aún no tienen estudios científicos que avalen que el ‘vapear’ nicotina líquida sea menos dañino que fumarlo. Tampoco cifras que demuestren que los fumadores habituales han dejado el cigarrillo encendido por este otro dispositivo. De hecho, si bien muchos ven en esto un primer paso para abandonar el cigarrillo, un 75% de los encuestados dijo que aún usaba ambos métodos. Peor aún, otro sondeo muestra que 48% de los adultos fumadores en EEUU utilizaba los dos sistemas en el mismo día, es decir, podía absorber mayor dosis de nicotina.

Expertos en salud temen, sin embargo, que la presencia de una alternativa demore la decisión de quienes planean dejar el hábito o están en proceso, o incite a ex fumadores a volver a la nicotina. En torno al tema hay muchas dudas y pocas certezas.

Y ésa es justamente la brecha que la industria quiere aprovechar: generar estudios que le permitan afirmar que el cigarrillo electrónico u otros dispositivos son menos dañinos, que provocan menos cáncer, que ayudan a los fumadores a cambiar de sistema.

Según el analista Philip Gorham, de la empresa de inversiones y estudios Morningstar de EEUU, “si las compañías tabacaleras pueden probar que ahí hay un riesgo menor, los cigarrillos electrónicos puede que queden sujetos a menos regulaciones e impuestos que los cigarrillos normales”.

Y para eso la industria necesita… científicos.

¿Convicción profesional o autojustificación?

Ya que el fumar está cada vez más asociado a ‘humo’ y ‘cáncer’, lo que la industria busca ahora es algo libre de ese estigma, y el cigarrillo electrónico parece una buena alternativa de negocio…incluso para convencer a profesionales de la salud que hasta hace poco se dedicaban a buscar nuevos medicamentos contra el cáncer.

Nosotros teníamos drogas que provocaban malestar en la gente y que tal vez prolongaban su vida por 3 meses“, dice Gizelle Baker, una bioestadística que trabajaba para un laboratorio de drogas antitumorales y que ahora está en la tabacalera Philip Morris. “Si usted tiene un producto que previene el cáncer en primer lugar, puede haber un mucho mayor impacto en la salud pública”, explica.

Falta ver si de verdad puede ayudar a disminuir incidencia de cánceres y otras enfermedades o sólo será otra forma de mantener la adicción al tabaco. Lo cierto, sin embargo, es que en la actualidad el cigarrillo electrónico está entrando con fuerza, gracias a la falta de regulación en su venta y en su publicidad.

Se ha acusado reiteradamente a los fabricantes de incitar a los más jóvenes, mediante sabores frutales, colores llamativos, diseños en los dispositivos y la imagen de que el cigarrillo electrónico es inocuo. Lo más preocupante es que la curiosidad por lo novedoso está penetrando en ellos: 12% de los escolares mayores en Estados Unidos y Corea del Sur y 10% en el Reino Unido lo usa regularmente. ¿Será de verdad este dispositivo una puerta de salida para los actuales fumadores o una puerta de entrada para nuevos adictos?

Fuente:
Ipsuss
Escrito por Julio Enrique De Villegas
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